lunes, 19 de mayo de 2014

Nacionalismo y federalismo . ¿Dos ideas o proyectos incompatibles?


The legacy of nationalism in the great nation-states is also instructive, in part because of its very invisibility from de inside, so to speak. Like fish unaware of the water they swim in, citizens and even intellectuals in both France and the USA tend not to see their political cultures as nationalist (W. Norman, Negotiating nationalism. Nation-building, Federalism and Secession in the Multinational State, (2006), Oxford University Press: xiii

  1. Entre los lugares comunes más extendidos en nuestra cultura política, bien presentes en el debate político territorial actual, encontramos aquel que hace del federalismo y del nacionalismo dos ideas o proyectos políticos incompatibles. En claro, y para ir al grano: si se es federalista no se puede ser nacionalista, y viceversa, un nacionalista no podrá ser federalista.
  2. Llevado al terreno de los hechos y de las ideas en el debate político actual en España en torno a la consulta catalana, esto significaría –y así se explica a troche y moche- que quien defienda el derecho a decidir de los catalanes –entiéndase como derecho de autodeterminación- ya no sería federalista, del mismo modo que quien defienda el federalismo y se presente a sí mismo en el referido debate como federalista –independientemente del contenido de su propuesta federal- no ha de poder ya ser acusado de nacionalista.  
  3. Entiendo que esta manera de disociar nacionalismo y federalismo es una creencia infundada que no resiste a un análisis mínimamente serio de nuestra realidad política, en España y otros países. Los estudios especializados en el nacionalismo y en el federalismo lo muestran con meridiana claridad. Veamos.
  4. Entre las conclusiones hoy indiscutibles entre los estudiosos del nacionalismo encontramos las siguientes: 1) las naciones no existen más que como ficciones de las que se sirven los humanos con diferentes fines, y sólo existen si hay gente, mucha o poca, que crea en su existencia; 2) importa pues educar (o adoctrinar) a la gente, cuanta más mejor, para que crea en la existencia de la nación; 3) no puede haber nación sin nacionalismo previo que la funde; 4) el nacionalismo es un fenómeno propio de los procesos de construcción de la nación (nation-building), tanto contra el Estado ya constituido (caso de Cataluña por ejemplo) como desde el Estado (España); 5) hay pues un nacionalismo de Estado (norteamericano, francés, español, etc.) y nacionalismos minoritarios en los Estados constituidos (corso, catalán, etc.); 6) en la medida en que los nacionalismos minoritarios no disponen de los medios que ya tienen los Estados nación constituidos, su discurso es mucho más combativo y radical, más visible, más “nacionalista” si se prefiere, mientras que el discurso del nacionalismo de Estado, en la medida en que la nación ya está constituida y puede ampararse en su orden jurídico, no necesita hacer grandes esfuerzos retóricos o materiales para sostener lo que ya va de suyo (la existencia y unidad de la nación en el imaginario colectivo), y tiende así a hacerse invisible, creando de esta suerte entre la ciudadanía un nacionalismo “banal” (yo prefiero hablar de “nacionalismo inconsciente”: se es nacionalista sin saberlo, y negando serlo además).
  5. Entre las conclusiones que podemos hoy considerar indiscutibles entre los estudiosos del federalismo encontramos las siguientes: 1) el federalismo, como idea jurídico-política, surge como medio de reunir en un mismo orden jurídico diferentes sociedades, pueblos, Estados o naciones ; 2) tradicionalmente se entiende que ese pacto de unión (foedus, compact) es libre y voluntario, aunque sabemos que históricamente no siempre ha sido así; 3) en sistemas liberales y democráticos, se acepta que el orden jurídico federal no puede fundarse en la imposición de la voluntad de una o varias de las partes sobre el resto sin romper con la lógica federal pactista; 4) ese pacto federal constituyente, que crea la federación, establece las normas comunes negociadas por las partes federadas; 5) para que la federación exista –como sociedad de sociedades- tienen que existir previamente pueblos, naciones o Estados (lo que se prefiera) con capacidad de obligarse en derecho internacional, esto es soberanos, o que se consideran así a efectos de crear la federación.
  6. De todo lo anterior se sigue lógicamente que: 1) para que una federación de sociedades, pueblos, naciones o Estados distintos pueda formarse, es necesario que previamente existan sociedades, pueblos, naciones o Estados distintos; 2) si hablamos de naciones distintas (en España el debate toma esa forma), en buena lógica han de existir también los nacionalismos creadores de dichas naciones que ahora deciden federarse. Si el razonamiento que precede no incurre en error, nacionalismo y federalismo no solo no serían incompatibles, sino que serían necesariamente compatibles.
  7. Pasemos ahora a los hechos y a las ideas tal y como se presentan y exponen en España. Seré breve pues esto es realmente tan obvio que no merece extenderse más de la cuenta.
  8. No son pocos los que afirman en España que el Estado español es federal. Obsérvese que quien esto afirme tendrá que asumir (lo que generalmente no se hace…) que dicho federalismo español ha de ser compatible con un nacionalismo de Estado, cuya existencia ningún estudioso serio discute ya.
  9. No son pocos por otro lado los que en Cataluña han venido defendiendo un federalismo de tipo plurinacional, pluralista o asimétrico, y a día de hoy, tras la STC 31/2010 (algunos antes), defienden la posibilidad de la independencia de Cataluña a la par que se consideran federalistas. Obsérvese que si esto es así, nacionalismo, independentismo y federalismo podrían ser vistos como expresiones coyunturales de una misma voluntad nacionalista: existencia de la nación y desarrollo libre, ya sea dentro de un pacto federal, ya sea como Estado independiente.
  10. No son pocos asimismo lo que defienden la idea de pacto federal (PSOE, PSC por ejemplo), pero tomando como sujeto soberano al pueblo español, esto es, a la nación constituida dominante. Luego ese federalismo, que toma como base legítima del pacto federal constituyente la voluntad mayoritaria de la nación española en su conjunto –no la de cada nación o pueblo por separado- es necesariamente compatible con ese nacionalismo español que cree que es la nación española la que debe ser llamada a pronunciarse (por ser la única existente), por mayoría, sobre el pacto constituyente federal.
  11. No son pocos, en fin, los que vienen explicando una y otra vez que si en ciertos sistemas federales clásicos hay desde muy temprano un nacionalismo de Estado (EEUU o Alemania), en otros conviven diferentes nacionalismos, como ocurre en Canadá con los nacionalismos canadiense y quebequense, o en Bélgica con los nacionalismos valón, flamenco o belga.
  12. Etcétera, etcétera.
  13. En conclusión, los hechos demuestran que el federalismo y el nacionalismo son proyectos perfectamente compatibles y podría decirse consustanciales en los sistemas federativos. Llegados a este punto, solo quedan dos opciones: o se acepta lo anterior, como personas serias y responsables, y se prosigue el debate sobre bases más sanas y sólidas, o se sigue refutando lo científica y empíricamente evidente. Y dicho esto: ¡nacionalista el último!


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