sábado, 8 de diciembre de 2012

La Cour Suprême américaine va statuer sur le mariage entre personnes du même sexe. Quel enjeu pour le fédéralisme ?


La Cour Suprême des Etats-Unis a décidé de statuer sur la question du mariage entre personnes du même sexe. On sait que la Cour peut choisir, parmi le nombre très important d’affaires qui lui sont soumises, celles sur lesquelles elle se prononcera. Les affaires retenues offrent ainsi à la Cour l’opportunité de s’exprimer sur des questions qu’elle estime fondamentales en termes d’équilibre de pouvoirs, de justice sociale (on peut penser au célèbre arrêt Brown en 1954), etc. On peut donc considérer que le choix de la Cour est très judicieux et responsable, dans la mesure où sa décision dira le droit, permettant aux uns et aux autres de savoir à quoi s’en tenir. Mais c’est également un choix politiquement important, dans la mesure où la Cour, de tendance conservatrice, mécontentera nécessairement l’Amérique conservatrice, soit en reconnaissant la compétence des Etats en la matière (le droit civil est compétence du niveau fédéré), au grand dam des partisans du mariage traditionnel (un homme + une femme), soit en reconnaissant au niveau fédéral (au Congrès) la compétence pour légiférer et unifier le droit en matière de mariage, au grand dam des fédéralistes défenseurs des States Rights.

On a annoncé que la décision de la Cour serait rendue l’été prochain. Quel est l’enjeu fédéraliste de cette décision ? L’enjeu fédéraliste est de taille. Si la Cour ne dévie pas de sa jurisprudence récente, elle devrait reconnaître la compétence des Etats afin de réguler le mariage comme ils l’entendent (sur leur territoire), et en ce sens de permettre ou non aux couples de personnes du même sexe de se marier, tout comme elle devrait étendre les dispositions fédérales (au niveau fédéral) prévues en matière de succession, fiscalité, etc., pour les couples mariés hétérosexuels également aux couples homosexuels. Une décision allant dans l’autre sens serait un véritable coup de tonnerre dans le ciel du fédéralisme américain.

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Versión en galego:

O Tribunal Supremo norteamericano se pronunciará sobre o matrimonio entre persoas do mesmo sexo. Que repercusións para o federalismo?

O Tribunal Supremo dos Estados Unidos aceptou pronunciarse sobre a cuestión do matrimonio entre persoas do mesmo sexo. Sábese que entre o elevado número de casos que se lle presentan, o TS pode escoller un pequeno número, que son os que resolve. Os casos elexidos lle dan deste xeito ao TS a oportunidade de se pronunciar sobre cuestións que considera fundamentais en termos de equilibrio de poderes, xustiza social (pensemos na famosa sentencia Brown en 1954), etc. Pódese pensar polo tanto que a decisión do TS de se pronunciar sobre esta sensible cuestión é lóxica e moi responsable, xa que permitirá dar una resposta definitiva aos numerosos litixios xa existentes e ainda por vir. Mais é tamén unha decisión política maior, pois o TS, de tendencia conservadora, lle dará seguramente un bo disgusto á América conservadora, sexa ao recoñecer a competencia dos Estados (States) en materia matrimonial (o dereito civil é competencia do nivel federado), o que non será do agrado dos defensores do matrimonio tradicional (home + muller), sexa recoñecéndolle ao nivel federal (ao Congreso) a competencia necesaria para lexislar e unificar o dereito en materia matrimonial, outro motivo de disgusto para os mesmos conservadores, federalistas e defensores dos States Rights.

Xa se anunciou que a decisión recaerá o vindeiro verán. Ten isto alguna importancia ou repercusión para o federalismo? Moita. Se o TS segue a súa xurisprudencia recente, tería que recoñecer a competencia dos Estados (States) para regular o matrimonio como prefiran (no seu territorio), e nese sentido para permitirlles, ou non, ás persoas do mesmo sexo contraer matrimonio, así como tamén debería extender e aplicar ao matrimonio homosexual as disposicións federais previstas en materia de sucesión, fiscalidade, etc., de aplicación xa ás parellas heterosexuais. Se a resolución toma outro camiño sería dende logo un verdadeiro trono no ceo do federalismo norteamericano.
 
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Versión en castellano:

El Tribunal Supremo norteamericano se pronunciará sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. ¿Qué repercusiones para el federalismo?

El Tribunal Supremo de los EEUU ha aceptado pronunciarse sobre la cuestión del matrimonio entre personas del mismo sexo. Se sabe que entre el elevado número de casos que se le presentan, el TS puede seleccionar un pequeño número, que son los que resuelve. Los casos elegidos le dan de este modo al TS la oportunidad de pronunciarse sobre cuestiones que considera fundamentales en términos de equilibrio de poderes, justicia social (pensemos en la famosa sentencia Brown en 1954), etc. Puede por ello pensarse que la decisión del TS de pronunciarse sobre este sensible tema es lógica y muy responsable, toda vez que permitirá dar una respuesta definitiva a los numerosos litigios ya existentes y por venir. Pero es también una decisión política mayor, pues el TS, de tendencia conservadora, le dará seguramente un buen disgusto a la América conservadora, ya sea al reconocer la competencia de los Estados (States) en materia de matrimonio (el derecho civil es competencia del nivel federado), lo que no será del agrado de los defensores del matrimonio tradicional (hombre + mujer), ya sea reconociéndole al nivel federal (al Congreso) la competencia necesaria para legislar y unificar el derecho en materia de matrimonio, otra motivo de disgusto para los mismos conservadores, federalistas y defensores de los States Rights.

Se ha anunciado que el fallo recaerá el próximo verano. ¿Tiene alguna importancia para el federalismo? Mucha. Si el TS sigue su jurisprudencia reciente, tendría que reconocer la competencia de los Estados (States) para regular el matrimonio como prefieran (en su territorio respectivo), y en ese sentido para permitirles, o no, a las personas del mismo sexo contraer matrimonio, así como también debería extender y aplicar al matrimonio homosexual las disposiciones federales previstas en materia de sucesión, fiscalidad, etc., de aplicación ya a las parejas heterosexuales. Si la resolución toma otro camino sería desde luego un verdadero trueno en el cielo del federalismo norteamericano.
 
 
Jorge Cagiao y Conde 


 

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Nacionalismo y federalismo: ¿Dos ideas o proyectos incompatibles?



Una de las reglas básicas de la comunicación entre personas es que las cosas, palabras o proposiciones que se consideran claras o ciertas no precisan ser explicadas o argumentadas. Se hace así innecesario en las conversaciones cotidianas argumentar sobre el significado de cosas o palabras del estilo “noche”, “tijeras”, “comer”, etc., cuyo sentido se da por entendido.
Es cierto que la situación siempre se complica un poco con las ideas (libertad, igualdad, socialismo, etc.), cuyo significado además siempre tiende a querer ser pervertido o deformado por aquéllos a quienes tal o cual idea desagrada. No obstante, se entiende generalmente que entre personas bien informadas, razonables y de buena fe, es decir, entre personas que conocen el tema sobre el que se expresan y que buscan convencer a su interlocutor, pero no a cualquier precio (engañando u ocultando información, por ejemplo), el conocimiento o significado que podemos tener sobre tal o cual idea es, si no igual de cierto o fiable que el que podemos tener al decir “esto es una tijera”, sí al menos lo suficientemente fiable como para evitar exageraciones, asociaciones falaces o malentendidos más o menos graves, como sería en ciertos contextos tildar de comunista a un socialista, por ejemplo. Creo que sobre este punto no habrá objeción.  
¿Por qué abrir de este modo un texto como éste? ¿Por qué insistir en el significado de las cosas o de las ideas? Porque al examinar la cuestión de la compatibilidad o incompatibilidad entre federalismo y nacionalismo nos encontramos con una situación inicial muy poco común en los medios científicos en los que nos movemos –yo y otros estudiosos-, como es el abandono, por parte de muchos, de una posición o perspectiva científica en beneficio de un posicionamiento o una perspectiva ciudadana o militante. Creo que ésta es la única razón que puede explicar que un buen número de especialistas del tema, ya no digamos los que no lo son, nieguen la compatibilidad entre el federalismo y el nacionalismo, sin caer en la cuenta de que para negar su compatibilidad tienen que renunciar a e invalidar aquello que define de la manera más básica, como veremos, tanto el federalismo como el nacionalismo.
Ocurre de este modo que ideas relativamente claras, y que se pueden definir de manera clara y sencilla (y así lo hacen los especialistas), acaban siendo oscurecidas por razones que desde luego poco tienen que ver con la ciencia, y provocando, como no podía ser de otra manera, una confusión tan grande como incomprensible en el debate de ideas.
Que esto es así se ha podido comprobar estas últimas semanas en España, durante la campaña electoral en Cataluña, en la que prácticamente todos los que se han echado mano del federalismo lo han hecho cuidándose mucho de no acercarse a la posición del Sr. Mas, y rechazando así el derecho a decidir del pueblo catalán, y más concretamente lo que se podría llamar una vía o solución autodeterminista. Esta tan curiosa manera de presentar y defender el federalismo, como una opción radicalmente diferente del nacionalismo, ha llevado a posiciones tan absurdas como la de apoyar el derecho a decidir, pero sólo si se hace en un marco legal (el PSC del Sr. Navarro) -lo que equivale a decir, teniendo en cuenta que el marco legal es el constitucional español, que se apoya pero que no se apoya la consulta (¿?)…-, o la de dar a entender que se defiende el derecho a decidir, pero sólo si es para decidir optar por la vía federal, no por la vía del Estado propio, o aun la de pretender proponer un federalismo de esos que en el siglo XIX se llamaban de “abajo arriba”, cuando en realidad la llave del federalismo, si se descarta la vía del derecho a decidir, la tienen los dos partidos mayoritarios, el PP y el PSOE, los únicos capaces de abrir un proceso de reforma constitucional en sentido federal. Lo que viene a ser un federalismo de “arriba abajo”…
Antes de explicar por qué y cómo existe una compatibilidad necesaria entre federalismo y nacionalismo en democracia, importa dar una definición clara y concisa de las dos ideas, federalismo y nacionalismo, que aquí nos interesan. Las definiciones que doy a continuación le podrán gustar más o menos al lector, pero tiene que tener muy claro que no son definiciones que me he sacado de la chistera. No son definiciones “opinables”, sino definiciones hoy pacíficas entre los estudiosos sobre el significado del federalismo (¿qué es federalismo?) y del nacionalismo (¿qué es nacionalismo?). Estas son:

Federalismo: federalismo político es la idea o proyecto de creación de una federación, o su defensa y promoción, si ya está la federación creada. Una federación, a su vez, es una unión libre de pueblos o Estados soberanos, o que se entienden soberanos a efectos de crear una federación, cuya finalidad es perseguir objetivos comunes, claramente expresados en el pacto federativo o constituyente, conservando los pueblos fundadores aquella parte de soberanía necesaria para perseguir aquellos objetivos o fines que les son particulares (y que ellos deciden).

Nacionalismo: nacionalismo es la creencia compartida por un grupo de personas, pocas o muchas, sobre la existencia de una nación común. Si esa nación ya se ha organizado como Estado, el nacionalismo consiste en proteger y salvaguardar la capacidad política o soberanía de la nación. Si la nación no tiene todavía un Estado propio, el nacionalismo reivindica y aspira siempre a un autogobierno. El autogobierno reclamado puede ir desde la autonomía política, como el nacionalismo catalán o vasco de los primeros años de la democracia, hasta la independencia, como hoy con el nacionalismo catalán o cualquier Estado nación.
Nación: las naciones no tienen una realidad o existencia como la de las piedras o los tigres. Sólo existen si un grupo de personas, pocas o muchas, cree que existen. Y existen, al menos, para ese grupo de personas. Al ser “realidades imaginadas”, decir, sin más, algo que puede parecer tan evidente como que Francia es una nación, o que España es una nación, es decir algo inexacto y asumir acríticamente el discurso nacionalista que funda dichas naciones. Un discurso no nacionalista, o un concepto analítico de nación, nos obliga a decir que Francia es una nación para muchos franceses, pero para muchos otros ciudadanos franceses, naturales de Córcega o no, esa nación no incluye a Córcega (o habría que decir que en Francia hay la nación francesa, pero también la nación corsa, etc.). Del mismo modo, habría que decir que España es una nación para todos aquellos que creen que España es una nación, habiendo también muchos otros que consideran que Cataluña es una nación, y que España o no es una nación, o es otra nación diferente, etc.[i]

Como además no hay una agencia internacional con habilitación para determinar qué territorio o grupo humano es o no es una nación, no queda más remedio que entender que las naciones existen cuando una mayoría de personas que se identifican como miembros de una nación deciden que son una nación, con derecho pues –entienden- a organizarse democráticamente (o no) como el resto de naciones. El que lo consigan o no ya es otra historia.
Hechas estas aclaraciones previas, podemos ya pasar a la cuestión que quiero explicar en este artículo.

El federalismo y el nacionalismo son necesariamente compatibles
Tras lo explicado, veamos ahora por qué el federalismo y el nacionalismo, sin ser ideas o proyectos idénticos, son necesariamente compatibles. Seré breve.

Si el federalismo político tiene como fin la creación de una federación, o su defensa y salvaguarda (si se trata de una federación ya creada), y si una federación es una unión de pueblos o naciones que son o se entienden soberanos a efectos de federarse, entonces necesariamente tiene que haber nacionalismo para que pueda haber federalismo. Me explico.
Una federación sólo se puede crear mediante una unión de naciones (o pueblos, lo que viene a ser lo mismo para el caso). Para que exista pues una federación tienen que existir al menos dos pueblos o naciones con una voluntad de federarse. Ahora bien, las naciones, se ha dicho, no tienen una existencia como las piedras o los tigres, sino que sólo existen si se cree en su existencia, y si aquéllos que creen en su existencia son bastante numerosos, fuertes o convincentes para poder llegar a esa situación descrita en la que varios pueblos o naciones entablan negociaciones a efectos de crear una federación.  

Si, como he dicho, no hay nación sin nacionalismo, luego el nacionalismo es necesario para que exista una nación, y por consiguiente para que esta nación pueda federarse con otras naciones. Conclusión necesaria: no hay federación ni federalismo entre las partes que buscan federarse sin nacionalismo.
No faltará seguramente quien objete que el argumento puede ser válido en los procesos de creación de una federación, pero que una vez la federación creada el nacionalismo tiene que desaparecer para que siga habiendo federalismo, o bien el federalismo tiene que desaparecer para que haya nacionalismo. Nuevamente falso. Una simple ojeada a los diferentes sistemas de derecho federal positivo muestra con claridad suficiente que el nacionalismo y el federalismo conviven, peor o mejor, en los EEUU, en Alemania, en Brasil, en Suiza, en Canadá, en Bélgica, etc. En alguno de los sistemas citados hay incluso más de un nacionalismo (federal y federado), como en Canadá, con el nacionalismo canadiense y el nacionalismo quebequense, por sólo citar esos dos, o en Bélgica, con los nacionalismos belga, flamenco y valón. En otros sistemas puede faltar ese conflicto entre varios nacionalismos concurrentes, conflicto bien canalizado por el federalismo (Suiza), pero lo que no falta nunca es un nacionalismo de Estado. Pongo a prueba al lector para que encuentre un solo sistema federal en el que no haya al menos un nacionalismo.

Concluyo ya. El otro día vi pasar un chiste muy pertinente de un compañero buen conocedor del federalismo. Decía así: va un federalista deprimido al psiquiatra y le dice: “Doctor, nadie me hace caso” – Y el psiquiatra contesta: “Perdón, ¿qué me decía?”.
Digo que es muy pertinente porque ésa es la posición incomprensible en la que muchos federalistas se sitúan, consciente o inconscientemente, al alejarse como de la peste de toda forma de nacionalismo. Y se confunde así, claro, la crítica que la idea federal lleva implícita respecto de toda forma de nacionalismo excluyente e intolerante, con un rechazo de toda forma de nacionalismo, incluyendo a aquellos nacionalismos comprometidos con los valores de la democracia y la irrenunciable defensa de los derechos y libertades fundamentales de la persona. Y claro, al huir ingenuamente de toda forma de nacionalismo, pasa lo que tiene que pasar: el federalista no tiene con quien hablar. Y bien merecido lo tiene, porque el federalista que niega aquello sin lo cual no hay federación ni federalismo (pluralismo de sociedades, pueblos o naciones), ni verdadero pacto federativo, no merece que nadie lo tome en serio. Su posición no es ni científica ni políticamente realista.
 

Jorge Cagiao y Conde

      
 



[i] Recomiendo la lectura de un artículo de Justo Beramendi: “Las cosas tras los nombres. Semántica y política en la cuestión nacional”, en El nombre de la cosa. Debate sobre el término “nación” y otros conceptos relacionados, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2005, pp. 79-102.

jueves, 22 de noviembre de 2012

La diferencia entre "querer federalismo" y "poder tener federalismo"



Hay ideas bellas y nobles, preñadas de futuro, pero que acaban decepcionando y perdiendo su brillo en manos de políticos, creadores de opinión e intelectuales torpes o cobardes. Esto le ha pasado por desgracia con mucha frecuencia al federalismo.

El federalismo no es una idea complicada o difícil de entender, no más desde luego que cualquier otra. Sucede, eso sí, con el federalismo que requiere siempre un acuerdo de voluntades políticas. Y ya se sabe lo que se dice: dos no bailan si uno no quiere. De ahí viene principalmente la escasa claridad y coherencia con la que se defiende muchas veces el federalismo, pues se confunde muchas veces el federalismo institucionalizado, con sus reglas y procedimientos, con las condiciones de posibilidad de ese federalismo institucionalizado, al que sólo se puede llegar si las partes que han de bailar aceptan bailar unas con otras. Anteponer las reglas al deseo o voluntad de tener esas reglas comunes es no haber entendido absolutamente nada del federalismo, de su historia ya larga de varios siglos, con sus éxitos y sus fracasos. Es también restarle importancia a lo más importante: la voluntad de crear una federación.

De esto resulta que querer o proponer federalismo no es necesariamente lo mismo que hacer una buena defensa del federalismo, buena pedagogía, una política o estrategia encaminada a hacer realidad el federalismo.

Un proyecto o fin político puede ser muy bueno e ilusionante, pero si no se piensan o proponen medios eficaces de realizarlo o alcanzarlos, lo único que hace el proyecto es vender humo, jugar con la ilusión y la confianza de la gente. Yo diría que ése el problema actual de los auto-titulados federalistas, y más concretamente del PSC (partido de los socialistas catalanes). Pecan, a mi entender, (1) de no tener una idea clara de qué es el federalismo, y (2) precisamente por ello, de una incapacidad muy evidente de poner en adecuación el fin perseguido (el federalismo), y los medios o instrumentos adecuados para intentar alcanzar dicho fin.

Una idea clara del federalismo

En un texto anterior (¿Qué es el federalismo? Algunos errores) expliqué que el federalismo, como idea, y la federación, como realización o concretización de la idea, es una unión voluntaria y libre de pueblos o naciones. El federalismo político une así a individuos o personas, pero sólo indirectamente, en la medida en que se unen los territorios o cuerpos políticos en los que los individuos y las personas, ciudadanos o residentes de un territorio determinado, sometido a un ordenamiento jurídico determinado, se encuentran.

Los ejemplos de los EEUU, a finales del siglo XVIII, o más recientemente la Unión Europea muestran claramente cómo el sistema federal creado surge de un acuerdo o pacto político, que podemos llamar “pacto constituyente”, entre diferentes cuerpos políticos, Estados soberanos en los dos ejemplos citados. A este tipo de federalismo se le conoce también con el nombre de “federalismo agregativo” (o por agregación), aquel que parte de una situación inicial de independencia real y efectiva de los Estados fundadores, que por medio del pacto constituyente pasan voluntariamente a formar parte de una federación, cuyas reglas han negociado y debatido previamente. Se trata de una manera de federar que no plantea mayores problemas a la hora de reconocerles una capacidad jurídica (la soberanía) a las partes contratantes. Nadie le ha negado competencia para firmar los Tratados constitutivos de la Unión Europea a ninguno de los Estados miembros, como tampoco se le negó capacidad jurídica a ninguno de los 13 Estados fundadores de los EEUU. Si mañana Portugal y España decidieran crear una federación ibérica, las dos partes se reconocerían plena capacidad para sellar tal unión.

Los problemas surgen en el llamado “federalismo disgregativo” (o por disgregación), es decir, aquel en el que se parte de la unidad de un cuerpo político o Estado ya constituido, que se busca reorganizar bajo una forma federativa. Y surgen los problemas porque nos encontramos con una dificultad que no tenemos en el federalismo agregativo, que es tener que determinar qué territorios tienen capacidad jurídica y voluntad política para ser parte en ese pacto constituyente. Sin entrar ahora en este delicado tema, esto quiere decir necesariamente que antes de poder hablar de federalismo, de las reglas y principios constitucionales ordenadores del sistema, hay que saber quién puede y quién no puede hacer federalismo, ser creador o fundador (co-creador o co-fundador para ser más exacto) del sistema federativo que surja del pacto constituyente.

No faltará seguramente quien objete que el federalismo es más que eso, que implica por ejemplo al menos dos niveles de gobierno, una Constitución escrita, un Senado que represente a los Estados, etc. No niego que una vez fijadas las reglas y principios en la Constitución federal se tendría todo eso y mucho más, pero lo que importa cuando aún no se ha creado el sistema federativo no son las reglas del juego, como ya he dicho, sino cómo y quiénes las determinan. Pues bien, en derecho público (internacional o constitucional) al juego del federalismo juegan Estados o cuerpos políticos asimilables, y el juego consiste en ponerse de acuerdo para unirse en un cuerpo político común. Como se podrá comprobar, la definición no puede ser más modesta y sencilla.

En un contexto, como el español, en el que algunos proponen la creación de un sistema federativo, de lo que se trata es de pensar primero el proceso constituyente y las partes de ese proceso constituyente. Si no se asume o acepta este principio básico, hablar de federalismo es un abuso de lenguaje.

Una clara inadecuación entre fin y medios en la campaña del PSC

Hacer campaña bajo el lema del federalismo no es una garantía de que se esté persiguiendo eficazmente el federalismo. La intención en estos casos no es lo que cuenta. Como tampoco lo es auto-titularse de una determinada manera. Una persona o grupo de personas pueden creer no ser algo (racistas por ejemplo) que en realidad son, muchas veces sin darse cuenta. Del mismo modo, una persona o grupo de personas pueden pensar ser algo (inteligentes por ejemplo), y no serlo en absoluto. Ni la intención que uno tenga, ni las etiquetas que uno elija para sí pueden ser aceptadas por electores racionales y bien informados en democracia sin someterlas antes a un juicio crítico. De ahí la pregunta que, en ejercicio crítico, podemos formular: ¿son federalistas los federalistas catalanes?   

El proyecto del PSC de impulsar un federalismo plurinacional en España implica necesariamente que haya varios sujetos o cuerpos políticos creadores o fundadores de ese nuevo sistema federativo. Implica también esto que todos los actores se reconozcan legitimidad y capacidad para ser parte de ese pacto constituyente federal. Esto supone asimismo poner a los creadores o fundadores de esa federación en una posición de negociación y diálogo previo, proceso en el que han de participar los contratantes en igualdad de condiciones. Pues bien, lo incomprensible de la posición del PSC es que acepte el derecho a decidir del pueblo catalán, pero sólo para federarse, no para otra cosa. O mucho me equivoco o eso es crear una situación de clara desigualdad entre los contratantes de un hipotético pacto federativo. Mientras que España tendría todas las posibilidades que se prevén para un Estado soberano (pactar o no pactar), Cataluña sólo tendría capacidad para entrar en una federación con España, no para otra cosa, independientemente de que el acuerdo federal sea bueno, malo o regular.

Esta es la posición que ha mantenido el PSC con respecto al federalismo: dicen proponer algo que ni siquiera son capaces de asumir desde un punto de vista teórico. A no ser que lo que entiendan por “federalismo” sea un elevado grado de “descentralización”, para lo cual no hace falta ningún pacto federativo ni constituyente de una federación. Nuevamente, es abusar del lenguaje.

Si el PSC y sus asesores tuvieran una idea clara del federalismo, verían además, por realismo político, que el único camino o medio que puede llevar al federalismo hoy es el de la autodeterminación o el Estado propio, como se prefiera. Si no se tiene esa carta política en la mano, me refiero a la carta de la independencia, no sé cómo pretenden convencer a los dos partidos mayoritarios españoles de que España tiene que hacerse federal y plurinacional, es decir, convencerles de que afirmen lo que hasta hoy vienen negando, que Cataluña es una nación.

En política, esta ingenuidad, ceguera u obcecación intelectual, es imperdonable. Es la actitud del que, por incompetencia, puede perder la partida teniendo buenas cartas.  

Como lo han entendido muchos probablemente de los que defienden el derecho a decidir, y por paradójico que parezca, sólo defendiendo el derecho del pueblo catalán a separarse del Estado español puede quizás convencerse al nacionalismo español, al PP y al PSOE, de que negocie un pacto constituyente federal con Cataluña, que podría incluso extenderse a otros territorios del Estado. Sin esa presión o amenaza, el federalismo es un quiero y no puedo. Es la táctica del que va a la guerra con pistolas de agua.

  Jorge Cagiao y Conde

             

domingo, 18 de noviembre de 2012

¿El federalismo y el pollo?




Sí sí, como oyen, el federalismo y el pollo. Después del comentario del candidato del PSC, el Sr. Navarro, que decía poder explicar el federalismo en los 140 caracteres de un “tuit” –¡proeza de Guinness!-, llega Don Luís del Olmo, uno de los más reconocidos periodistas en España, con una curiosa comparación con la que pretende explicar el federalismo[i]. El Sr. Del Olmo se vale de una metáfora, en clave de humor dice, para explicar el federalismo asimétrico y el soberanismo. Y ocurre lo que tiene que ocurrir cuando el humor es ignorante, que no sólo no tiene gracia, sino que deja una triste imagen del “humorista”.

Analicemos rápidamente el “chiste” del Sr. Del Olmo. ¿Qué dice y en qué se equivoca?

1) Sobre el federalismo: “En el federalismo propiamente dicho, dos personas comen un pollo, y a los dos les toca exactamente la mitad”. No se podrá decir desde luego que el reparto no sea equitativo… Esta frase no merece mayor comentario que el consistiría en preguntar que es lo que se entiende por “federalismo propiamente dicho”. ¿Compartir un pollo a partes iguales? ¿Una definición del mínimo denominador común, del estilo “no se notan muchas diferencias entre el federalismo y lo que ya tenemos en el Estado de las Autonomías”? No sé en qué estaría pensando el Sr. Del Olmo al comparar el federalismo con compartir un pollo a partes iguales (¿competencias? ¿recursos? etc.), pero además de ser incorrecta, pues el federalismo simétrico no significa la igualdad aritmética de las partes federadas, la comparación no explica absolutamente nada. Sería como decir que una democracia, o una República, o el Estado de derecho, o los Derechos y Libertades fundamentales, etc. es como compartir un pollo a partes iguales.

2) Sobre el federalismo asimétrico[ii]: “En el federalismo asimétrico, dos personas comen un pollo. Uno se reserva la pechuga y los muslos, y el otro se tiene que conformar con las alitas. Y no vale quejarse por agravio comparativo. No es injusticia, no es desigualdad, es pura asimetría”. El simplismo es aquí, nuevamente, desolador. Se podría decir lo siguiente. Primero, que la lógica del federalismo asimétrico no es cuantitativa (comer más carne), sino cualitativa (comer la carne que uno prefiere). Hay a quien le gusta más una alita de pollo que la pechuga. Hay también a quien le gusta comer más y a quien le gusta comer menos. Es, en definitiva, una cuestión que queda a gusto del comensal. Otra cosa es si a mí me gusta la pechuga y no me dejan comer pechuga… Pero en ese caso, segundo, la lógica del federalismo asimétrico no sería darle alitas al que quiere pechuga, o pechuga al que quiere alitas, sino comprar tanto pollos como sea necesario para satisfacer a todos los comensales. Ya luego con el pollo que sobre podrían hacerse croquetas…

3) Sobre el soberanismo: “[…] peor es el soberanismo. Porque allí, dos personas se reparten el pollo. Una se lo come entero, y la otra mira cómo lo hace”. Estupefacción. La lógica del soberanismo no es ésa. La lógica del soberanismo es la de no compartir, es decir tú te quedas con tu pollo que yo me compro otro. Lo dicho, estupefacción.

Y ¿qué decir de la advertencia final que hace el Sr. Del Olmo?: “Por eso, cuando a usted le quieran confundir con federalismos y asimetrías, recuerde el ejemplo del pollo. Porque como muy bien dice el refrán, el pollo es demasiado para uno, pero poco para dos”. Yo no sé con quien acostumbra el Sr. Del Olmo a comer pollo, pero creo que un pollo es más que suficiente para dar de comer a toda una familia. No son tiempos para hacer chistes de ese estilo.

Suele decirse que la libertad y la calidad de la prensa son el reflejo de una sociedad y de la calidad también de su democracia. Muy mal tiene que ir un país cuando periodistas importantes se permiten hablar de cosas serias, y de las que no saben gran cosa, con tanta frivolidad.

Jorge Cagiao y Conde

 




[i] "El federalismo y el pollo", Diario Crítico.com, 6 de noviembre de 2012 (http://www.diariocritico.com/opinion-analisis/luis-del-olmo/422190)
[ii] Para un buen libro sobre el tema, ver por ejemplo: Enric Fossas y Ferran Requejo (eds.), Asimetría federal y Estado plurinacional. El debate sobre la acomodación de la diversidad en Canadá, Bélgica y España, Madrid, Trotta, 1999.

jueves, 15 de noviembre de 2012

¿Qué es el federalismo? Algunos errores


 
Se ha escrito tanto sobre el federalismo y es tan poco lo que sabemos de él, y además sabemos tan mal lo poco que sabemos, que no puedo pretender explicar en un texto de tan reducidas dimensiones como éste lo que es el federalismo. Sí es posible en cambio explicar con relativa claridad quiénes son los actores o creadores del llamado “pacto federal” que plasma e institucionaliza el federalismo, cuál es la razón por la que surge esta compleja idea en determinados contextos y momentos. Esto no nos dirá aún con la debida precisión qué es o cómo puede ser el federalismo, pero sí puede quizás aportar elementos suficientes para que entendamos al menos qué no es. Teniendo en cuenta la confusión reinante, puede considerarse ya un honorable comienzo.

Antes de desarrollar y explicar algunas de las razones o argumentos que pueden hacer que en un determinado momento histórico se recurra al federalismo, cuestión que trataré otro día, es necesario mostrar algunos de los errores más recurrentes en nuestro tema. Dar unos cuantos machetazos en la maleza siempre es bueno cuando uno quiere adentrarse en una selva espesa, aunque sólo sea para ver donde pone uno el pie.

Hay que decir que estas últimas semanas los errores y clichés sobre el federalismo se han multiplicado en la prensa. Me limitaré a comentar dos de ellos, quizás los más importantes y graves: 1) el uso de las categorías “Estado federal” y “Confederación” para explicar lo que es un buen federalismo; y 2) la base teórica individualista del federalismo.

1) Usos y abusos de las categorías “Estado federal” y “Confederación”

Algunos de los comentaristas que han escrito en la prensa española sobre el tema estos días parecen haberse quedado atrapados en el siglo XX, pues se empeñan en seguir analizando el federalismo poniéndolo en las famosas casillas “Estado federal” y “Confederación”, como se haría con los colores blanco y negro, sin percatarse -o sin querer percatarse- de que la realidad federativa, el derecho federal positivo[i], en permanente evolución y adaptación a una realidad siempre compleja y cambiante, no es tan sencilla como para aceptar clasificaciones tan rígidas y simples del tipo “blanco” (Estado federal) y “negro” (Confederación).

De ello se han dado cuenta desde hace ya algunos años los estudiosos[ii], abandonando dichas categorías al considerarlas como productos ideológicos (y no un instrumento analítico adecuado, ni mucho menos neutro) creados por la doctrina iuspublicista[iii] desde finales del siglo XIX para asegurar la perfecta coherencia de la teoría del Estado (soberanía una e indivisible) y de la teoría de la nación (un Estado, una nación) dominantes. Ya lo decía Georges Scelle, en su excelente Précis de droit des gens (1932), en el que afirmaba que “es imposible aceptar tal cual esas clasificaciones descriptivas de los diversos fenómenos federativos. Dichas categorías –prosigue Scelle- no se diferencian tan claramente, o no se aplican más que a tipos ideológicos”[iv].

En otras palabras –y es una advertencia para el lector-, todo aquel que siga utilizando dichas categorías con la pretensión de querer explicar qué es y qué no es el federalismo, si fulano o mengano es o fue auténticamente federalista, si lo es tal o cual proyecto, o bien se ha perdido algunos capítulos del incesante avance de la ciencia jurídica y política en nuestro tema, unos 15 o 20 años para ser preciso (si tal es el caso, estaremos de acuerdo en que entonces lo más prudente y honesto sería en su caso guardar silencio), o bien sigue haciendo propaganda del Estado uno, de la soberanía una y de la nación una, abusando de la confianza de sus lectores, quienes seguramente no se darán cuenta de que el Catedrático de Ciencias Políticas, de Derecho Constitucional, o el periodista o columnista de turno no se saben bien el tema o les quieren contar una película de vaqueros, a veces, en honor a la verdad, las dos cosas al mismo tiempo. Si el lector ve que la película va de “Estado federal” y “Confederación”, y si con tales categorías se pretender decir que “esto es federal” y “esto otro no”, haría bien en dejar de leer, pues nada sacará de dicha lectura que le permita entender lo qué es, o lo que no es, el federalismo. Como lo explica Hans Kelsen, para muchos el más grande teórico del derecho del siglo pasado, lo que caracteriza el discurso ideológico (a diferencia del científico), es la intención deliberada de engañar.
Las categorías “Estado federal” y “Confederación” pueden llegar a ser útiles en ciertos casos, posiblemente pocos, pero lo que desde luego no permiten hacer, científicamente, es decir que esto es federalismo y esto otro no.   

2) El individuo soberano, los derechos y el federalismo

Otro de los errores recurrentes en la prensa estos días consiste en presentar el federalismo como una teoría política que tiene su fundamento en los derechos y libertades de los individuos. El federalismo sería así una suerte de “contrato social”, tipo Rousseau, entre individuos soberanos, contrato que sería la base legítima del poder estatal (la violencia legítima), de la representación política, de los derechos y libertades, etc. El argumento es políticamente muy eficaz cuando se presenta para rechazar reivindicaciones de tipo colectivo, como pasa hoy en Cataluña con el derecho a decidir del pueblo catalán. Estas reivindicaciones se consideran contrarias al verdadero sentido de la democracia y del federalismo, pues ni la primera ni el segundo –se explica- entienden de derechos colectivos, sino sólo de derechos individuales: ¿Cómo que los catalanes quieren decidir si tener o no un Estado propio? –se podrá decir-. Eso no se puede porque no es democrático ni federal, pues para que lo fuese tendría que quererlo no una mayoría de catalanes, sino una mayoría de españoles. Sólo sería posible así una federación si la mayoría de los ciudadanos españoles lo quisiera. El argumento se declina más o menos así.

Nótese que quien así argumente lo está haciendo en falso, omitiendo elementos fundamentales en un debate con éste. Por ejemplo, se omite decir que, históricamente, el federalismo clásico (norteamericano, suizo, alemán, canadiense, etc.) no es un asunto de individuos, una reunión de ciudadanos en una federación, sino la reunión de diferentes Estados o cuerpos políticos soberanos. Las 13 colonias que fundan los EEUU, unidas ya antes de la Constitución de 1787 en lo que denominaban una “Confederación” eran Estados soberanos en el momento de ratificar dicha Constitución, y se siguen comportando de hecho como auténticos Estados soberanos incluso después de ratificada. Como algunos comentaristas lo han podido explicar[v], no hay en el momento de ratificar la Constitución un Pueblo norteamericano uno, sujeto de la soberanía, que decide por mayoría –así se expresa una pueblo en democracia- organizarse federalmente y dotarse de un instrumento constitucional en 1787.

El famoso We the People of the United States es de hecho muy engañoso. Puede incluso dar a entender que ya hay en 1787 un Pueblo uno que habla y se expresa como tal. Ahora bien, la imagen de un Pueblo soberano uno como autor de la Constitución norteamericana se desmorona si se explica que la Constitución de 1787 tenía que ser ratificada por 9 de 13 Estados para que entrara en vigor, y también que si se optó por esa fórmula misteriosa (Nosotros –plural-, el Pueblo –singular-), en vez de la inicialmente propuesta, en la que se citaban todos los Estados (Nosotros los Pueblos de los Estados de New Hamsphire, de Massachusetts….), fue por razones prácticas, entre otras porque no podían saber cuáles serían los Estados que ratificarían la Constitución, si todos o sólo algunos. Era en cualquier caso imposible saber que los 13 Estados acabarían ratificándola, y era perfectamente posible que algunos de los 13 Estados decidiera no formar parte de los EEUU.

El proceso constituyente norteamericano muestra de manera bastante clara que no había un pueblo soberano (o unos individuos o ciudadanos soberanos) del que emanaba esa nueva forma federal, que para los Estados seguía teniendo el carácter de un contrato o pacto político (compact) entre soberanos. El sistema federal norteamericano surge del acuerdo o pacto político entre los 13 Estados fundadores. Lo mismo ocurre con la Confederación alemana y suiza, o con la canadiense. Y ocurre porque para eso sirve el federalismo, o al menos así lo entienden entonces los políticos y jurisconsultos: una federación es una reunión o unión de Estados soberanos en un nuevo cuerpo político que toma el nombre a veces de “Estado compuesto”, otras de “federación”, o “confederación”, el nombre es lo de menos. Lo que importa es que ese nuevo cuerpo político, esa federación, no es, como sí ocurre con un Estado unitario, el instrumento del que se dota un pueblo para organizarse y gobernarse democráticamente, sino el instrumento del que se dotan diferentes Pueblos o Estados, no para organizarse democráticamente, pues pueden ya estarlo, y generalmente lo están, sino para perseguir otros fines, como pueden ser principalmente la paz y prosperidad comunes de los pueblos federados. El ejemplo de la Unión Europea muestra también con meridiana claridad cómo se crea el federalismo europeo o comunitario a partir de un pacto entre Estados soberanos, y cómo evoluciona luego buscando una mayor autonomía y autoridad del nivel superior, en este caso el comunitario. Lo mismo ocurre en las federaciones clásicas, que han evolucionado hacia sistemas más centralizados, homogeneizando considerablemente su ordenamiento jurídico, su cultura, sus creencias y valores compartidos, etc., hasta tal punto que hoy nadie se atrevería a decir que no hay en los EEUU o en Alemania un Pueblo o una Nación una e indivisible como la que más.

Mucho se podría decir aún al respecto, pero importa subrayar que no porque la evolución de dichos sistemas haya sido ésta, puede uno olvidar de dónde vienen y cómo surgen esos sistemas federales, sobre todo en un momento como el presente, en el que, en España, se habla de, y algunos proponen, abrir un proceso constituyente para crear una federación española. No se habla de evolución del actual sistema, que parece ya haber tocado techo, sino de crear uno nuevo.

Muy necio sería en cualquier caso el que pretendiera fundar una federación española apelando a los derechos individuales de todos los españoles o a la soberanía individual como base de dicha federación, y diciendo seguir en ello los diferentes modelos clásicos, todos creados en procesos constituyentes como producto de un pacto político entre Estados o Pueblos que son, o se entienden y se consideran soberanos en el momento de constituir una federación. Y es que el federalismo puede adoptar características y formas muy diferentes, prever procedimientos e instrumentos jurídicos diversos, evolucionar en un sentido o en otro, pero lo que no puede nunca es renunciar a aquello que lo origina: la voluntad de los pueblos o Estados diferentes de unirse, y no de cualquier manera. Si no se parte de esa base elemental y sencilla, difícilmente podremos hacer o crear federalismo. Se estará creando otra cosa, un Estado nación, un Pueblo uno e indisoluble, pero no una sociedad de sociedades, o un Pueblo de Pueblos.             

 

Jorge Cagiao y Conde

  



[i] Derecho positivo es aquel que está en vigor en un determinado ordenamiento jurídico.
[ii] Ver, por ejemplo, Olivier Beaud, Théorie de la Fédération, Paris, PUF, 2007 (hay edición española: Teoría de la Federación, Madrid, Escolar y Mayo, 2009).
[iii] Se habla de “doctrina” en derecho para referirse a los comentarios y opiniones de los juristas o jurisconsultos especialistas en alguna rama del derecho. El término “iuspublicista” remite al “derecho público” (doctrina en derecho público), más concretamente, en nuestro caso, al derecho constitucional o político.
[iv] Précis de droit des gens. Principes et systématique, Paris, Dalloz, 2008, p. 192, la traducción en mía.
[v] Ver el imprescindible estudio de Elisabeth Zoller: “Aspects internationaux du Droit constitutionnel. Contribution à la théorie de la fédération d’Etats", Recueil des Cours de l’Académie de droit international de La Haye, t. 294 (2002), pp. 41-166.

jueves, 8 de noviembre de 2012

¿Cuál debería ser la actitud federalista hoy?


¿Cuál es la actitud que tienen que tener los federalistas hoy en España ante el problema que plantea el proyecto de autodeterminación (o derecho a decidir) propuesto por Artur Mas? 
Para un federalista se trata desde luego de un caso de conciencia, pues el federalista lo es principalmente porque quiere reunir a quienes son diferentes, no que se separen; pero también quiere que esa unión se haga por las buenas, de mutuo acuerdo, como en un contrato, y no por la fuerza, contra la voluntad de algunas de las partes, o bajo amenazas y presiones diversas. Ni lo uno, la separación, ni lo otro, la convivencia forzada, satisfacen al buen federalista.  

Dilema corneliano, por otro lado, es decir de los buenos, en el que me encuentro hoy ante la invitación de otros amigos federalistas a unir esfuerzos para que se oiga la voz del federalismo en este momento grave. Y lo cierto es que yo querría decir que sí, que apoyo sin ambages, como lo hice en su día, ese proyecto de los FEDERALISTAS EN LA RED (http://www.espanafederal.es/), porque comparto sus ideas, y porque, además, aunque valientes, como diría el otro, los federalistas somos demasiados pocos, y no está la situación como para que andemos en orden disperso. Pero, por otro lado, la duda me invade por un doble motivo. Primero, al ver cómo en los últimos días diversos manifiestos han podido utilizar la bandera federal a la par que atacaban con dureza la posición de quienes en Cataluña entienden que es ya tiempo de que el pueblo catalán decida por sí mismo. Segundo, porque no es quizás el momento de reactivar esta iniciativa, por lo menos no si no se dicen dos o tres cosas de manera clara y tajante. Dilema corneliano, pues, porque en la invitación de los FEDERALISTAS EN LA RED el buen federalista encuentra propuestas de reforma constitucional que hará suyas sin dudarlo un instante, argumentos que le son conocidos, que utiliza en sus escritos y defiende con ardor (pluralismo cultural y nacional, el federalismo como pacto, etc.), pero hay un punto, quizás el más importante, y por ello aquel por el que se debería empezar, sobre el que los FEDERALISTAS EN LA RED no disipan la ambigüedad y la confusión que han acompañado a otros proyectos, manifiestos y artículos “federalistas” estos últimos días, y que, lógicamente, tanta decepción han podido generar en Cataluña al adoptar una actitud hostil hacia el proyecto de Artur Mas. La cuestión por la que creo hay que empezar es la de la actitud que, como federalistas, hay que adoptar ante el proceso político iniciado en Cataluña. ¿Cuál es al respecto la actitud auténticamente federalista? ¿Lo es aferrarse a la legalidad constitucional, exigiendo lealtad al marco constitucional de convivencia y sus procedimientos de reforma, sabiendo que los dos partidos políticos mayoritarios, necesarios para una reforma constitucional, son abiertamente hostiles al federalismo plurinacional? ¿Lo es meter el miedo y la duda en el cuerpo del electorado catalán diciendo que de todos modos la consulta no tendrá valor vinculante por ilegal, y que en definitiva los que la promueven le están tomando el pelo a los catalanes? ¿O bien lo es decir alto y claro que el federalismo plurinacional necesita naciones y pueblos que lo constituyan, y que, por ello, aun estando al margen de la legalidad, el proceso catalán, arroje el resultado que arroje, tiene que ser visto como la expresión democrática de la nación catalana, y por ende como plenamente legítimo atendiendo tanto a los valores de la democracia como a los principios de todo federalismo bien entendido (como unión de pueblos)? En mi opinión, la actitud federalista es esta última y hoy consiste en decir con la debida claridad:

1) que el futuro de los catalanes está, tiene que estar y estará en manos de los catalanes, pues es impensable que la decisión democrática de un pueblo comprometido con la democracia, como es el catalán, pueda ser hoy, en el siglo XXI, parada por la fuerza, mediante una intervención del Estado español;

2)  que aun deseando el federalista, como lo desea, que Cataluña y los catalanes sigan siendo parte de España, respetará y aplaudirá su decisión, sea la que sea, pues antes la prefiere libre que sometida a la voluntad de otra mayoría nacional;

3) que habiendo en la Historia numerosos ejemplos de rupturas políticas revolucionarias, en las que se aparta una legalidad que ya no se considera legítima democráticamente, tienen los catalanes, como tantos otros pueblos antes que ellos, la razón, la historia y el derecho[i] de su parte, si lo que desean es crear un Estado catalán;

4) que los federalistas tenderán siempre la mano a los catalanes, y se abstendrán de intervenir en los debates, antes y después del 25-N, para alimentar miedos poco o nada fundados (que el mundo entero condenará un proyecto secesionista catalán, o que quedarán los catalanes al margen de la UE, o que económicamente el proyecto es inviable, etc.), antes al contrario, los federalistas españoles defenderán el derecho de Cataluña a expresarse, y como territorio y pueblo europeo, a integrar automáticamente la UE en caso de prosperar su proceso de autodeterminación, porque el lugar de Cataluña está en Europa y hay argumentos federales que permiten defender la ampliación interna de la UE, como también defenderán la necesidad de seguir manteniendo relaciones de todo tipo con los otros pueblos de España, porque es beneficioso para todos, etc.;

5) (de cara a la ciudadanía española y sus gobernantes) que éste es posiblemente el último tren, que si se deja pasar es muy probable que Cataluña forme un Estado separado, y que si lo que se desea, y creo es lo que desean todos los españoles y la mayoría de los catalanes, es que Cataluña y España sigan juntas, es necesario que España haga un gesto significativo, que acepte que Cataluña es una nación, y una vez reconocido esto, prometa iniciar e inicie una reforma constitucional siguiendo los consejos y propuestas de los FEDERALISTAS EN LA RED.

6) que en el momento actual, la única posibilidad para que pueda negociarse a corto plazo una reforma constitucional en el sentido del federalismo plurinacional, por paradójico que parezca, vendrá precisamente en caso de que prospere el proceso de autodeterminación de Cataluña, momento, que si llegare, debería ser aprovechado por el Estado español para proponer, antes de que se declare Estado independiente Cataluña, un proyecto político de convivencia aceptable por los catalanes y sus representantes, y que necesariamente debería abrir un nuevo proceso constituyente en España.

Pienso que ésa tiene que ser hoy la actitud de los federalistas, en general, y la de los FEDERALISTAS EN LA RED, en particular, aceptar el buen derecho de la ciudadanía catalana a decidir y el de aquéllos que quieren consultarla a hacerlo. Por ello deseo condicionar mi decisión de seguir formando parte de los FEDERALISTAS EN LA RED a que, de manera colectiva, se diga sin ambigüedad que sin naciones no hay federalismo plurinacional, y que por lo tanto no es el nacionalismo catalán el enemigo a combatir, ni aquel a quien hay que convencer de que con el federalismo plurinacional todos salimos ganando, sino al nacionalismo español. Quizás sea ya, de hecho, demasiado tarde –esperemos que no-, y quizás los catalanes ya no confíen en un proyecto federalista, pero no por ello hay que equivocarse de culpable. Como federalistas, hay que decir claramente que los responsables de esta situación son principalmente los dos partidos mayoritarios, el PP y el PSOE, sus diferentes gobiernos y mayorías, sus intelectuales y medios de comunicación, es, en definitiva, el nacionalismo español. Es hora ya de decirlo sin rodeos. No podemos los federalistas caer una y mil veces en el error de Pi y Margall, denunciando el nacionalismo de los federales periféricos y adoptando una actitud consciente o inconscientemente acrítica hacia el propio nacionalismo de los federales españoles.

Jorge Cagiao y Conde




[i] Como lo demuestran los numerosos ejemplos que encontramos en la Historia, los momentos de ruptura o de reforma revolucionaria de un sistema jurídico y político no son procesos al margen del derecho, sino procesos acompañados y seguidos por el derecho, en el sentido en que es misión de éste poner de acuerdo el hecho (revolucionario) con el derecho, crear un nuevo ordenamiento jurídico que remplace el anterior. No tiene pues sentido, en derecho, decir que el proceso catalán sería “ilegal” si con ello se quiere decir que sería “nulo” o “inexistente” para el derecho. Sólo puede decirse que sería “ilegal”, siendo con todo necesario, si no se quiere decir falsedad, que sería “ilegal” aunque “válido”.     

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Carta de los FEDERALISTAS EN LA RED


A continuación reproduzco íntegramente, para mayor difusión, la carta que la dirección de los FEDERALISTAS EN LA RED ha enviado hoy a los miembros de la asociación que tiempo atrás firmamos la Declaración "Construyendo la España federal". La dirección de la página web y dirección de correo electrónico de los FEDERALISTAS EN LA RED figura en la carta.

 
J. Cagiao y Conde
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20 de Octubre de 2012


Apreciados y apreciadas Federalistas en Red,

Hace años que nos conocemos y debatimos lo que para todos nosotros es la mejor solución para la organización política y territorial de España.

En nuestro primeros debates ya habíamos constatado que el recorrido del Estado de las Autonomías había llegado a su límite y que era necesario dar un paso adelante para institucionalizar nuevas formulas políticas que hicieran más legítima, democrática y eficiente nuestra organización territorial.

Los últimos acontecimientos, y en especial la gran manifestación independentista de Barcelona, son una señal inequívoca de que España como proyecto compartido, se está desmoronando si no acepta y articula la diversidad de sus pueblos y territorios.

La crisis económica ha acelerado también la crisis del Estado, y ante las voces que claman por una nueva recentralización y presentan las autonomías, con una extrema superficialidad en datos y argumentos, como las causantes del desbarajuste, es imprescindible que surjan nuevas plataformas con la capacidad de plantear alternativas “cargadas de futuro”.

Ahora más que nunca necesitamos establecer una alianza federalista visible, entre todos aquellos que apostamos por una propuesta real de cambio constitucional para transformar España en una federación plural de naciones y regiones.

Son muchos y no sin razón, aquellos que argumentan que en España no existe una verdadera cultura federal y que tampoco no existen federalistas. Sin embargo sabemos, que ante la situación que vivimos, las formulas federales pueden ser la mejor respuesta a los retos actuales y permiten abrir un horizonte de profundización democrática.

El debate constituyente está sobre la mesa y en este proceso no podemos, ni deberíamos rehuir el debate planteado entorno al reconocimiento del derecho a decidir de los pueblos que conforman el Estado. El federalismo debe ser el marco de referencia para buscar y encontrar la fórmula más apropiada para consultar democráticamente a la población y encauzar el camino a seguir.

En este sentido y después de muchos años de debate, creemos que debemos dotarnos de una asociación de Federalistas. Hemos optado por la denominación de Federalistas en Red para articular, cada uno des de su propia perspectiva e identidad, una propuesta que oriente el debate político en nuestro país y tenga una clara dimensión europea y una clara vocación federalista.

Tenemos ya un correo electrónico: federalistasenred@gmail.com, que a partir de ahora os ruego que sea el correo para comunicarnos y para que confirméis que quereis formar parte de la asociación.

Disponemos también de una página web: www.laideafedeferal.org, en la que algunos de vosotros ya habéis colaborado y tenemos más de 6.000 seguidores en Facebook sin prácticamente ningún esfuerzo. Ambos instrumentos pueden servirnos de carta de presentación pública. Así, os ofrecemos la web www.laideafederal.org y sus derivadas en las redes sociales para publicar o dar mayor difusión a todos aquellos artículos y reflexiones sobre la situación política y económica actual.

El embrión de la asociación de Federalistas en Red será, si lo confirman, las personas firmantes de la declaración “Construyendo la España federal” que publicamos en 2008, coincidiendo con los 30 años de la constitución y que aún podéis consultar enhttp://www.espanafederal.es/. Animamos a que al recibir la carta la enviéis a otras personas que puedan formar parte de la asociación.

El discurso federal no puede quedar huérfano en el momento actual. Seguro que vamos a necesitar una gran dosis de sabiduría y pedagogía para administrar la energía necesaria que requiere el pensamiento y la acción federal. Creemos firmemente que las propuestas federales han de ser visibles en el debate público al igual que las personas que lo defienden. Pero alguien tiene que decirlo y liderarlo. Esperamos contar con tu colaboración.

Cordialmente


FEDERALISTAS EN RED
federalistasenred@gmail.com

Ramon Maiz (Galizia)

Javier Pérez- Royo (Andalucia)

Fernando Vallespin (Madrid)

Juan Jose Lopez Burniol (Catalunya)

Luis Moreno (Madrid)

Enrique del Olmo (Madrid)

Joan Romero (Valencia)

Pere Almeda (Catalunya)

Carme Valls-Llobet (Catalunya)






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FEDERALISTAS EN RED
federalistasenred@gmail.com