viernes, 13 de junio de 2014

¿Por qué no interesa la Teoría de la Federación de Olivier Beaud? (II). ¿Importa la teoría?



En el anterior post me limité a poner sobre el tapete esta extraña constatación: a los estudiosos del federalismo y a los políticos e intelectuales que se presentan como federalistas no les interesa la Teoría de la Federación de Olivier Beaud. Esto me parece de lo más sorprendente –decía- teniendo en cuenta el número relativamente escaso de trabajos teóricos en los estudios federales y la –en no pocas ocasiones- falta de solidez de aquellos otros que sí tienen tal pretensión teórica. Sólo por el hecho indicado de la escasez de trabajos teóricos –comentaba- el estudio de Olivier Beaud debería haber suscitado una mínima atención tanto entre los estudiosos del tema en España –sobre todo- como entre los partidarios del federalismo. Incluso poniéndonos en el caso de que la Teoría de la Federación de Beaud no sea, como yo lo pretendo, ni la mejor ni una de las mejores obras teóricas existentes sobre el federalismo, cabría prestarle algo de atención por la crítica -sólidamente fundamentada en mi opinión- que lleva a cabo de algunos de elementos centrales de la teoría dominante del federalismo en derecho público. Que sus conclusiones gusten luego más o menos ya es otra historia, y pueden de hecho llevar lógicamente a aquellos actores políticos disconformes con ellas a no seguir al Profesor Beaud. Esto en cambio ya no es de recibo entre los académicos especialistas del tema. 

Esta falta de interés de los federólogos por el trabajo de Olivier Beaud lleva a preguntarse si la teoría importa en general, y si importa en particular para los estudiosos, políticos e intelectuales que se interesan por el federalismo. La pregunta sobre la importancia grande o pequeña de la teoría se vería asimismo reforzada por la creencia bastante extendida en nuestros días según la cual las ideas se encuentran pervertidas, vendidas al mejor postor, etc., y que, en definitiva, importan menos las ideas (la teoría) que lo que realmente se haga (los hechos). Esta manera de enfocar el problema tiende así a relegar a un segundo plano a los teóricos, sabios en su torre de marfil, desconectados de la realidad –se piensa-, y a confiarlo todo a los hombres/mujeres de acción. Lo importante son los hechos y los resultados[1]. Esto no es en sí criticable, antes al contrario, si por hechos entendemos cosas como la disminución del paro, de las desigualdades sociales, o cualquier otro que resulte de políticas eficaces y bien pensadas en la relación medios-fines. Mas el problema es que, por desgracia, muchas veces tiende a convertirse esto en “resultadismo” (electoral), empobreciendo de este modo el debate público y la oferta política. Sirva de ejemplo las crisis de los partidos socialistas tradicionales, cuyo socialismo descafeinado está llevando estos últimos años al electorado de izquierdas a retirarles su confianza. Sirva también de ejemplo el  republicanismo extraño del PSOE estas últimas semanas, apoyando incondicionalmente la monarquía. Si tenemos un socialismo criticado precisamente por su déficit de socialismo, y un republicanismo inconsecuente, ¿no es acaso verosímil que algo parecido esté pasando con el federalismo, que los federalistas españoles, en definitiva, también lo sean (federalistas) un poco, pero quizás no lo suficiente?

El problema de fiarlo todo a los hechos y a los resultados, como los ejemplos parecen mostrarlo, es que se puede acabar confundiendo todo. Adviértase que tal es en efecto la pretensión del PSOE hoy: “sigan Uds. confiando en nosotros, los verdaderos socialistas…”; “no se equivoquen Uds. que no hay incompatibilidad entre ser republicano y defender a un Rey”. Lo que en este ejercicio de malabarismo se hace es lo mismo que se haría si yo les dijera mostrándoles a un perro: “Esto no es un perro”. 

No encuentro razón para no pensar que un PSOE verdaderamente socialista y republicano debe empezar por ser consecuente con las ideas que dice defender, aunque solo sea para no vaciarlas de sentido. Porque pasa con los partidos de gobierno –y el PSOE es uno de ellos- que poseen esta autoridad irresistible que hace que las cosas sean o acaben siendo como ellos quieren que sean. Y como si fueran hipnotizadores, la ciudadanía se acaba creyendo que el socialismo bueno es el que ellos practican, que el monarquismo republicano existe, y hasta que los perros pueden no ser perros. A todo esto lleva una práctica o acción que desprecia o se toma a la ligera las ideas. Y por eso la teoría importa, tanto en la acción política como en el campo de la ciencia.

En el ámbito de la ciencia, y volviendo ya para terminar a la Teoría de la Federación de Beaud, la teoría ha de permitir describir correctamente las experiencias federales pasadas y presentes, sin deformarlas injustificadamente, y proponer para el presente y de cara al futuro soluciones consecuentemente federales para los problemas que se puedan plantear en nuestras sociedades y que puedan ser resueltos mediante respuestas federales. Me he extendido más de la cuenta y volveré más en detalle sobre el tema, pero me parece indudable que el libro de Olivier Beaud tiene cuanto puede exigirse de una teoría del federalismo, tanto en su aspecto descriptivo como en su parte normativa y práctica. En un país serio, se le tendría que haber puesto la alfombra roja para que nos enseñara como es debido la particular lógica del federalismo y su eventual adaptación al caso español. En su lugar, y para satisfacción de los federalistas españoles, se ha podido ver hacer propaganda federal, con todos mis respetos y con perdón, a Stéphane Dion…

    


[1] En los estudios federales esto se traduce por un mayor interés por los estudios de caso y el comparatismo, siempre desde una perspectiva marcada por el empirismo y poco preocupada por los aspectos teóricos normativos del federalismo, mal considerados con demasiada frecuencia todavía.  

jueves, 5 de junio de 2014

¿Por qué no interesa en España la Teoría de la Federación de Olivier Beaud? (I)






Partamos de la constatación: de entre los títulos –numerosos- que se han publicado sobre el federalismo el último año –se podría ampliar el plazo con idéntico resultado-, ninguno, si dejo de lado el mío (Tres maneras de entender el federalismo: Pi y Margall, Salmerón y Almirall. La teoría de la federación en la España del siglo XIX), se hace eco, discute, comenta o tiene en cuenta el que se puede considerar es el ensayo teórico más ambicioso, riguroso y desapasionado que se ha hecho sobre el federalismo en mucho tiempo. Me estoy refiriendo a la Théorie de la Fédération de Olivier Beaud, publicada en 2007 (Paris, PUF), libro rápida y magistralmente vertido al castellano por la editorial Escolar y Mayo (2009). No ha lugar por consiguiente la excusa de la ignorancia de la lengua francesa.
Para mí, que vengo leyendo cuanto se edita sobre el federalismo, principalmente en España, la publicación de la obra del Profesor Beaud, reconocido constitucionalista francés y autor entre otras de una obra de obligada lectura para politólogos y iuspublicistas (La Puissance de l’Etat, Paris, PUF, 1994), fue un encuentro marcado por la admiración que se tiene ante las grandes obras y un momento de esperanza. La admiración, para el que sepa algo de derecho y de teoría del Estado, es obligada pues la maestría y el rigor con el que Beaud aborda el peliagudo tema del federalismo, desde una perspectiva reflexiva y crítica, y sin abandonar con todo el método positivista y el comparatismo que abrazan irreflexivamente tantos estudiosos en ciencias jurídicas y políticas, son simplemente abrumadores. La esperanza, por otra parte, era lógica, pues el federalismo es un tema en el que abundan los textos teóricos de mediocre factura, bellas palabras y fórmulas (la unidad en la diversidad, el pactismo, el Estado sin soberano, etc.), huecas las más de las veces, ininteligibles, vale decir difícilmente trasladables a la realidad o a algo que tenga sentido en términos de derecho público, un tema en definitiva en el que por ser escasos los estudios teóricos sólidos, rigurosos y provistos de los medios de dicha empresa o ambición teórica, no son pocos los que disertan sobre el federalismo como si de la luna o de las estrellas se tratara. La esperanza era lógica en 2007, y no sólo por el contexto de incertidumbre en el que llega (en la UE, Bélgica, España, etc.). Cuando un estudio tan ambicioso, riguroso y completo sale a la luz en un páramo como el del federalismo, es de esperar que se tenga en cuenta, se discuta y se valore, que se avance en las discusiones y debates todo lo que dicho trabajo permita avanzar, que es mucho.  
Para que los no especialistas del tema puedan entender la importancia del libro de Beaud, cuyos principales méritos comentaré en otro post, podría decirse –tratando de evitar exageraciones- que el nivel alcanzado en cuanto a claridad y objetividad en su comprensión, explicación y descripción de las experiencias federativas pasadas y presentes en derecho público supone una auténtica revolución científica, similar a otras operadas en otros campos. Beaud nos permite ver lo que antes no veíamos, o por lo menos no de manera clara y contrastada, del mismo modo que otras teorías nos han permitido avanzar en nuestra comprensión del mundo. Así es la ciencia: avanza negando lo que creíamos saber. Es una revolución en ese sentido: da un vuelco a nuestro conocimiento sobre lo que ha sido, es y significa el federalismo como forma jurídico-política. Y es científica dicha revolución pues se hace al margen de las ideologías, o contra ellas, como debería ser todo trabajo científico. En efecto, conviene recordar que entre los estudiosos del federalismo es costumbre ya catalogar a los unos o a los otros en función de la que se cree es su familia política. Fulano es “federalista centralizador” y por eso dice lo que dice. Mengano es “federalista centrifugador” y por eso dice lo que dice. No es que sea una manera de argumentar brillante ni mucho menos irrebatible pero es justicia decir que esto existe en nuestro campo de estudio. Por lo demás, justo es también decir que hay autores que dicen lo que dicen sobre el tema por motivos que desde luego no son científicos, y autores que adoptando una posición científica relativamente pulcra ven tildado su trabajo de panfleto al servicio de qué sé yo qué partido o empresa política. Todo lo que se puede decir al respecto es que el cuadro no es de lo más brillante y esperanzador desde luego.    
Pues bien, volviendo a Beaud, da la circunstancia de que al constitucionalista francés no se le conoce ningún apego especial al federalismo, ni por razones personales, ni políticas, por lo menos en Francia, país donde el federalismo brilla por su ausencia total. Dicho de otra manera, con Beaud eso de que “es que es un federalista”, y aún más, eso de que “es un federalista de tal o cual familia ideológica”, simplemente no funciona. Y no funciona porque ni creo que se pueda afirmar que Beaud es federalista, ni mucho menos tiene sentido decir que es un federalista de tal o cual familia. En claro: con Beaud tenemos a uno de los más prestigiosos constitucionalistas franceses –y Francia los hay muy buenos- y además difícilmente se podrá encontrar en su trabajo motivaciones mal o bien encubiertas para darnos gato por liebre, es decir para hacer pasar su preferencia ideológica por obra científica pura.
Volveré sobre el tema en profundidad más adelante pues me temo que esto da para mucho, mas me permito adelantar ya –y no sorprenderá tras lo dicho- que la ausencia total de la obra de Olivier Beaud en el debate académico –sobre todo- y público sobre el federalismo en la España actual obedece a razones que no parecen científicas. Y no lo pueden parecer porque una obra del tamaño y ambición de la Teoría de la Federación no puede ser ignorada en estudios que pretenden realizar una valoración completa del problema federal en España, sobre todo teniendo en cuenta que el trabajo de Beaud contradice aspectos centrales de sus análisis y conclusiones. Lo dejo aquí por hoy.