viernes, 15 de agosto de 2014

La credibilidad del discurso federalista



Uno de los problemas del federalismo en los últimos tiempos, a mi modo de ver uno de los más agudos, tiene que ver con la credibilidad de su discurso. Es un problema que afecta tanto al discurso que se presenta como científico, en los textos y columnas de los académicos o intelectuales federalistas, como al discurso político federalista. En ambos casos, sea descriptivo o prescriptivo, el discurso pretende que lo que afirma es cierto, que es ajustado a la realidad observada (descripción) o a la realidad prometida o proyectada (prescripción). Decir que el éxito o fracaso del discurso (como proyecto que busca convencer) no depende de su mayor o menor grado de verosimilitud o credibilidad es decir una perogrullada. Si los electores votaran por proyectos políticos en función del respeto de los programas, de su realización posible, de la responsabilidad y buen gobierno, etc., el PP y el PSOE (CiU y PNV también) habrían gobernado mucho menos de lo que lo han hecho. Mas que esto sea así no es excusa para no valorar los diferentes discursos, científicos y políticos, atendiendo a su mayor o menor seriedad y credibilidad. Y por más que nuestro comportamiento electoral se empeñe en premiar la irresponsabilidad, la corrupción, etc., no habrá dificultad –creo- en convenir que un proyecto o discurso serio y honesto, atento a las condiciones de posibilidad de su realización, en otras palabras, que no busque engañar, es digno de mayor consideración que un proyecto o discurso plagado de sofismas o de promesas vanas. Pues bien, en esta trampa ha caído el discurso federalista.

Me gustaría proponer como única ilustración la actitud de los autodenominados federalistas[1] en el complejo y polémico debate territorial español, centrado en la consulta catalana y el llamado derecho a decidir. El proyecto federalista se postula como solución al llamado problema catalán, y debería traducirse por un buen encaje de Cataluña en una estructura federal española. Es lo que promete o anuncia el discurso federalista. Por “buen encaje” podemos entender toda propuesta capaz de convencer al nacionalismo catalán (mayoritario y plural en Cataluña) de abandonar el proyecto de independencia. Para ello, dicho encaje debería garantizar, como mínimo, una profundización y consolidación del autogobierno en general, y de manera más concreta en ámbitos sensibles, como lengua, cultura y educación, o la financiación de las políticas públicas. Es algo, por lo demás, que el discurso federalista asume en mayor o menor medida. No entro en los detalles y diferencias que encontramos entre las diversas propuestas, irrelevantes para lo que aquí quiero explicar. Digamos que no hay nada extraño hasta el momento. Se trata de un proyecto o discurso que, bajo ciertas condiciones, podría dar una respuesta adecuada al problema examinado. 

Lo realmente sorprendente de este discurso, que defiende con vigor cosas como la obsolescencia del Estado nación, la soberanía o las fronteras, es que se realice a espaldas de la realidad supra-estatal en la que España y el resto de Estados miembros de la UE se encuentran, de alguna manera como si fueran esferas separadas estancas, y haciendo como si lo que se hace o propone en una de ellas no tuviera consecuencias sobre la otra. Esto se ve con meridiana claridad cuando el discurso federalista defiende, como lo hace, la evolución de la UE hacia un Estado federal. Aquí, si se conoce la historia del federalismo, con su marcada tendencia a la centralización de recursos y la homogeneización del orden jurídico y el sistema de valores, y si no se ignora tampoco la política ultra-liberal implementada por la UE en los últimos años, no se puede dejar de observar una contradicción evidente entre el proyecto federalista para el Estado federal miembro (y sus dos niveles de gobierno, Estado central y CCAA) y el proyecto federalista para la estructura federativa (europea) en que dicho Estado federal miembro se encuentra. Los dos, al mismo tiempo, no pueden ser ciertos, es decir realizables. 

Si la UE evoluciona hacia un Estado federal, como los “federalistas” españoles lo desean y presentan como evolución federal natural y lógica, eso supondría indiscutiblemente una pérdida de poder de decisión (autogobierno) tanto para el Estado federal miembro (España o gobierno central en nuestro caso) como, sobre todo, para sus unidades federadas (Cataluña). Es lo que tiene el reparto de competencias: cuando uno gana, el otro pierde. Si esto ya ha ocurrido en nuestra historia cuando el reparto se hacía entre dos niveles de gobierno (nivel federal y nivel federado), podemos entender sin dificultad que un reparto entre tres niveles de gobierno (Estado central europeo, Estado central español, unidades federadas del Estado federal español) ha de conllevar parcelas de poder menores para las unidades territoriales que ceden poder al Estado federal europeo. Primero, porque se reparte lo mismo entre más actores (3 en vez de 2); segundo, porque lo que se reparte (poder) “pertenece” a dos de ellos (Estado nación y sus unidades territoriales) en provecho de un tercero.  

Por consiguiente, defender un Estado federal europeo es incompatible con la defensa de un proyecto federalista que suponga un buen encaje para Cataluña (en el sentido antes indicado), pues ésta se encontraría rápidamente en peor situación de autogobierno que en la actualidad. Se puede defender un Estado federal europeo, pero no pretender que el nacionalismo catalán (mayoritario y plural) encontrará en él un buen encaje a sus pretensiones, o que las unidades subestatales actuales no verán afectado su nivel de autogobierno. En realidad, si pensamos en un federalismo pensado para la democracia (para el marco territorial histórico de la democracia: el Estado nación), el discurso federalista encontraría la coherencia y la credibilidad perdidas afirmado o defendiendo: o bien (1) su proyecto federal para España, pero con una UE más o menos como está; o bien (2) su proyecto federal para Europa, con Cataluña entonces libre de permanecer en España, como subunidad territorial empobrecida en materia de autogobierno, o como Estado miembro (independiente) de la UE.
           


[1] Entre ellos, PSC y PSOE, por parte de los partidos políticos, y Federalistes d’Esquerres y otros autores, vinculados o no con esta asociación, que comparten una misma posición sobre el tema, por parte del discurso que se pretende científico.

martes, 5 de agosto de 2014

Jaque mate a la vía federal



En el ajedrez, como en cualquier otro juego, a medida que una partida avanza, y que los contrincantes mueven ficha, puede ésta decantarse claramente en favor de alguno de ellos, pero sabemos que hasta que no termina siempre existe la posibilidad de un desenlace inesperado. Basta con que el rival que ha conquistado la ventaja se confíe y cometa un error, o que un extraordinario juego lo ponga bajo presión provocando así el error. También en el tenis se diferencian los errores forzados y los no forzados. De hecho, sólo el error no forzado puede considerarse realmente “error”, pudiendo ser el no forzado una buena acción ante una ofensiva brillante superior. Todos tenemos seguramente en la memoria alguna increíble remontada, cuando ya el encuentro parecía visto para sentencia. En esa situación desesperada se encuentra la llamada tercera vía, a la espera de encontrar la inspiración del juego brillante, o de un milagro.

En el conflicto político entre el Gobierno español y Cataluña por el derecho a decidir, la opción federal propuesta por los socialistas españoles y catalanes ha entrado plenamente estos últimos días en lo que parece ser un callejón sin salida. De no mediar una enorme sorpresa en lo que queda de verano hasta la Diada del próximo 11 de septiembre –un cambio radical de actitud del Gobierno español, por ejemplo-, puede considerarse agotada. 4 son los acontecimientos (las acciones de nuestro juego) recientes que, en mi opinión, han dado la puntilla a la vía federal. Los resumo por orden cronológico.

1/ El relevo de Pere Navarro al frente del PSC. Los dos últimos años del PSC han sido un auténtico desastre, con la pérdida de escaños tras las elecciones del 25 de noviembre de 2012, la consiguiente pérdida de influencia y liderazgo, y su salida del bloque catalanista –así se ha juzgado desde el catalanismo en cualquier caso-, al que siempre ha estado vinculado desde 1978. De gobernar en el tripartito, ha pasado a formar parte de otro tripartito, “españolista”, junto con el PP y Ciutadans, club de la vergüenza para toda formación catalanista que se precie. Con tal balance, era posible esperar un cambio de rumbo del PSC, bajo el liderazgo de Miquel Iceta, en dirección de las posiciones defendidas por los partidos que defienden el derecho a decidir de los catalanes, dejando así solos en su planteamiento hostil a la consulta tanto al PP catalán y a Ciutadans, como al propio PSOE. La soledad en que habría dejado a los primeros, y la presión ejercida sobre el segundo, habrían conllevado probablemente un reposicionamiento de los unos y los otros. Al no moverse Iceta de la línea marcada por Navarro, el PSC ha fragilizado ciertamente el bloque catalanista, pero también la vía federal, al no ejercer sobre el PSOE presión alguna y permitir que éste se instale en una posición cómoda, conformista y débil.

2/ El procedimiento de elección de un nuevo secretario general en el PSOE también ha arrojado un resultado que podemos considerar negativo para la vía federal, en el sentido en que no parece haber permitido cambiar nada en el equilibrio de fuerzas entre gobierno español y oposición. De los 3 candidatos, era sin duda Pérez Tapias el que mejor encarnaba el cambio socialista y federalista, pero la militancia ha votado muy mayoritariamente a los dos candidatos continuistas, y elegido finalmente a Pedro Sánchez, candidato que no encarna desde luego ni el giro socialista ni mucho menos el federalista. La elección de Sánchez ha sido desde luego una buena noticia para Rajoy, pues muy probablemente no tendrá en él a un líder de la oposición especialmente duro y combativo.

3/ El tercer acto lo hemos presenciado hace apenas unos días durante el encuentro del Presidente Rajoy y el nuevo líder de la oposición, Pedro Sánchez. De este encuentro quedan dos impresiones claras e importantes para lo que aquí nos interesa. Primero, el acuerdo total entre los dos líderes sobre el carácter innegociable de la soberanía española y la imposibilidad de permitir la celebración de la consulta catalana. Segundo, la negativa cortés pero firme del Presidente Rajoy a la reforma constitucional en sentido federal. Rajoy es dueño de la reforma, pues sin el PP es imposible llevarla a cabo, y es consciente de que su negativa no se verá además contratacada por un cambio repentino de posición del PSOE respecto de la consulta (del estilo: si no hay reforma constitucional, nos plantearíamos apoyar la consulta), lo que dejaría al PP en una incómoda posición. Para eso haría falta un PSOE atento a la realidad social y política del país, agresivo y dispuesto a librar batalla para reconquistar su antiguo liderazgo. Ese PSOE no existe hoy.     

4/ Del encuentro entre Rajoy y Mas no se esperaban grandes sorpresas, y no las ha habido. La posición firme de Rajoy ante la propuesta de reforma constitucional del PSOE no dejaba presagiar una actitud más flexible ante la consulta catalana, y el encuentro lo ha confirmado. Firmes los dos en sus respectivas posiciones, Rajoy no quiere oír hablar de consulta, y Mas no entiende dar marcha atrás. Habría sido interesante ver la reacción de Mas ante una propuesta de Rajoy de reforma federal de la Constitución. El próximo capítulo en septiembre.

Los acontecimientos se han producido más o menos según lo esperado, cada uno manteniendo el nivel de juego mostrado hasta el momento, pero podrían haberse dado de otra manera. Creo que si el PSC hubiese recuperado su lugar en el catalanismo, es decir con los promotores de la consulta, cual juego de dominó, las piezas se habrían probablemente visto arrastradas de otro modo. El PSOE lo habría tenido mucho más difícil, pues o bien habría tenido que romper con el PSC o bien habría tenido que seguirlo en su reposicionamiento. En cualquiera de los dos casos, el equilibrio de fuerzas habría cambiado, y quizás de manera determinante. Aunque me parece poco probable, no hay que descartar que un reposicionamiento del PSC en el bando pro consulta generase también un reposicionamiento federalista dentro del PSOE, abandonando ese federalismo tibio que ha defendido hasta la fecha sin demasiada convicción por un federalismo auténticamente plurinacional. Creo que en ese caso, nunca un líder del PSOE habría aceptado sin protestar, como lo ha hecho Sánchez, y sobre todo sin contratacar, la negativa de Rajoy a la reforma federal de la Constitución. La presión que habría podido ejercer el PSOE sobre el Gobierno de Rajoy podría haber sido definitiva: o reforma federal de la Constitución o te quedas solo ante la consulta. Juego valiente, de ataque. Quizás en ese caso Rajoy hubiese tenido algo que proponer a Mas cuando se vieron el 30 de julio.

Sea como fuere, y salvo enorme sorpresa, el verano acabará con la Diada a la vuelta de la esquina. Hasta entonces, sin la presión del PSOE, y éste sin la del PSC, el Gobierno del PP no moverá ficha, y todos tan felices, unos vendiendo humo federal (sin la reforma constitucional no es más que humo), otros frotándose las manos al ver que todavía siguen por delante del PSOE en las encuestas, mientras que al PSOE le empieza a pasar por la izquierda Podemos... Anda el PSOE demasiado preocupado por el humo que vende, y no ve que se está quemando su casa. La vía federal que ha propuesto la ha enterrado él solito.

Para que algo cambie, parece que ya sólo queda la presión que puedan generar la consulta y sus promotores. Parece que la vía federal ya sólo depende del éxito que pueda tener la vía catalana.