Partamos de la constatación: de entre los títulos –numerosos- que se han
publicado sobre el federalismo el último año –se podría ampliar el plazo con
idéntico resultado-, ninguno, si dejo de lado el mío (Tres maneras de entender el federalismo: Pi y Margall, Salmerón y
Almirall. La teoría de la federación en la España del siglo XIX), se hace
eco, discute, comenta o tiene en cuenta el que se puede considerar es el ensayo
teórico más ambicioso, riguroso y desapasionado que se ha hecho sobre el
federalismo en mucho tiempo. Me estoy refiriendo a la Théorie de la Fédération de Olivier Beaud, publicada en 2007
(Paris, PUF), libro rápida y magistralmente vertido al castellano por la
editorial Escolar y Mayo (2009). No ha lugar por consiguiente la excusa de la
ignorancia de la lengua francesa.
Para mí, que vengo leyendo cuanto se edita sobre el federalismo, principalmente
en España, la publicación de la obra del Profesor Beaud, reconocido
constitucionalista francés y autor entre otras de una obra de obligada lectura
para politólogos y iuspublicistas (La
Puissance de l’Etat, Paris, PUF, 1994), fue un encuentro marcado por la
admiración que se tiene ante las grandes obras y un momento de esperanza. La
admiración, para el que sepa algo de derecho y de teoría del Estado, es
obligada pues la maestría y el rigor con el que Beaud aborda el peliagudo tema
del federalismo, desde una perspectiva reflexiva y crítica, y sin abandonar con
todo el método positivista y el comparatismo que abrazan irreflexivamente
tantos estudiosos en ciencias jurídicas y políticas, son simplemente
abrumadores. La esperanza, por otra parte, era lógica, pues el federalismo es
un tema en el que abundan los textos teóricos de mediocre factura, bellas
palabras y fórmulas (la unidad en la diversidad, el pactismo, el Estado sin
soberano, etc.), huecas las más de las veces, ininteligibles, vale decir
difícilmente trasladables a la realidad o a algo que tenga sentido en términos
de derecho público, un tema en definitiva en el que por ser escasos los
estudios teóricos sólidos, rigurosos y provistos de los medios de dicha empresa
o ambición teórica, no son pocos los que disertan sobre el federalismo como
si de la luna o de las estrellas se tratara. La esperanza era lógica en 2007, y
no sólo por el contexto de incertidumbre en el que llega (en la UE, Bélgica,
España, etc.). Cuando un estudio tan ambicioso, riguroso y completo sale a la
luz en un páramo como el del federalismo, es de esperar que se tenga en cuenta,
se discuta y se valore, que se avance en las discusiones y debates todo lo que
dicho trabajo permita avanzar, que es mucho.
Para que los no especialistas del tema puedan entender la importancia del
libro de Beaud, cuyos principales méritos comentaré en otro post, podría
decirse –tratando de evitar exageraciones- que el nivel alcanzado en cuanto a claridad
y objetividad en su comprensión, explicación y descripción de las experiencias
federativas pasadas y presentes en derecho público supone una auténtica
revolución científica, similar a otras operadas en otros campos. Beaud nos
permite ver lo que antes no veíamos, o por lo menos no de manera clara y
contrastada, del mismo modo que otras teorías nos han permitido avanzar en nuestra
comprensión del mundo. Así es la ciencia: avanza negando lo que creíamos saber.
Es una revolución en ese sentido: da un vuelco a nuestro conocimiento sobre lo
que ha sido, es y significa el federalismo como forma jurídico-política. Y es
científica dicha revolución pues se hace al margen de las ideologías, o contra
ellas, como debería ser todo trabajo científico. En efecto, conviene recordar
que entre los estudiosos del federalismo es costumbre ya catalogar a los unos o
a los otros en función de la que se cree es su familia política. Fulano es “federalista
centralizador” y por eso dice lo que dice. Mengano es “federalista
centrifugador” y por eso dice lo que dice. No es que sea una manera de
argumentar brillante ni mucho menos irrebatible pero es justicia decir que esto
existe en nuestro campo de estudio. Por lo demás, justo es también decir que
hay autores que dicen lo que dicen sobre el tema por motivos que desde luego no
son científicos, y autores que adoptando una posición científica relativamente
pulcra ven tildado su trabajo de panfleto al servicio de qué sé yo qué partido
o empresa política. Todo lo que se puede decir al respecto es que el cuadro no
es de lo más brillante y esperanzador desde luego.
Pues bien, volviendo a Beaud, da la circunstancia de que al constitucionalista
francés no se le conoce ningún apego especial al federalismo, ni por razones
personales, ni políticas, por lo menos en Francia, país donde el federalismo
brilla por su ausencia total. Dicho de otra manera, con Beaud eso de que “es
que es un federalista”, y aún más, eso de que “es un federalista de tal o cual
familia ideológica”, simplemente no funciona. Y no funciona porque ni creo que
se pueda afirmar que Beaud es federalista, ni mucho menos tiene sentido decir
que es un federalista de tal o cual familia. En claro: con Beaud tenemos a uno
de los más prestigiosos constitucionalistas franceses –y Francia los hay muy
buenos- y además difícilmente se podrá encontrar en su trabajo motivaciones mal
o bien encubiertas para darnos gato por liebre, es decir para hacer pasar su
preferencia ideológica por obra científica pura.
Volveré sobre el tema en profundidad más adelante pues me temo que esto da
para mucho, mas me permito adelantar ya –y no sorprenderá tras lo dicho- que la
ausencia total de la obra de Olivier Beaud en el debate académico –sobre todo-
y público sobre el federalismo en la España actual obedece a razones que no parecen
científicas. Y no lo pueden parecer porque una obra del tamaño y ambición de la Teoría de la Federación no puede ser
ignorada en estudios que pretenden realizar una valoración completa del
problema federal en España, sobre todo teniendo en cuenta que el trabajo de
Beaud contradice aspectos centrales de sus análisis y conclusiones. Lo dejo
aquí por hoy.
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