Los escoceses han votado por el
NO por una relativamente cómoda mayoría (55-45). A pesar de que los sondeos
anunciaban un resultado más apretado, no se puede decir que haya habido
sorpresa. Tres son las reflexiones rápidas que me vienen a la cabeza a pocos
minutos de saber el resultado:
1.
La dificultad del
voto por la independencia en democracias consolidadas (de mayor o menor
calidad). Votar por la independencia parece ser una elección terriblemente
difícil en contextos en los que los principios y valores básicos de la
democracia se encuentran asegurados. El miedo ante la incertidumbre no favorece
desde luego el voto independentista en contextos en los que hay algo que
perder. Ya saben el dicho popular: más vale lo malo conocido que lo bueno por
conocer. Es imposible medir el impacto exacto de lo que algunos han llamado la “campaña
del miedo” de los unionistas, pero no cabe duda de que ha pesado en el
resultado final. Apunto sólo que a la vista de lo difícil que resulta obtener
una mayoría por la independencia en contextos democráticos (como Canadá o el
Reino Unido), y tratándose de candidatos serios, como Quebec o Escocia, es
decir viables económicamente y comprometidos con los principios y valores de
las democracias liberales avanzadas, el argumento que algunos han esgrimido
exigiendo mayorías cualificadas (más de un 50% + 1 voto) para la independencia
parece exagerado y traduce seguramente una intención injusta e injustificada de
dificultar todavía más la obtención de una mayoría por la independencia en
contextos democráticos.
2.
Gana el NO: ¿gana “con
claridad” el NO? En el debate académico y público en torno a la pregunta de un referéndum
de independencia se ha insistido mucho en la claridad del enunciado de la
pregunta. La pregunta del referéndum escocés era todo lo clara que podía ser:
¿independencia sí o no? El problema surge, a mi modo de ver, en las últimas
semanas, cuando los unionistas deciden, ante la sorpresiva subida del YES en
los sondeos, ofrecer mayores competencias a los escoceses en caso de que voten
NO. Y aquí es donde se rompe con la claridad de la pregunta del referéndum. Lo
que en realidad se ha preguntado ayer ya no era el “independencia” o “quedarnos
como estamos” de la pregunta pactada entre el gobierno escocés y el inglés,
sino una pregunta diferente: independencia o mayor autogobierno. La promesa de
mayores poderes ha cambiado informalmente la naturaleza y sentido de la
pregunta que ayer se hizo a todos los votantes en Escocia. No cabe por lo demás
la menor duda de que la campaña habría sido diferente si lo que finalmente se
ha preguntado se hubiese planteado claramente desde el inicio: Independencia,
mayor autogobierno o statu quo ¿De qué manera puede haber influido la promesa
de mayores poderes en el resultado final? Es muy difícil medirlo pero no cabe
duda de que muchos votantes que habrían podido votar por la independencia en
caso de una elección entre independencia o statu quo, lo habrán hecho
finalmente por el NO tras considerar la oferta de los líderes unionistas. En mi
opinión, la oferta unionista (deseable para muchos escoceses y observadores) ha
modificado el significado de la pregunta del referéndum e introducido de esta
forma un elemento que afecta ciertamente a su claridad. Se pueden sacar de esto
dos lecciones al menos: 1) que las preguntas binarias no siempre tienen la
claridad que se pretende, pues una intervención posterior imprevista
(recordemos que el gobierno inglés rechazó una opción de mayor autogobierno en
la pregunta del referéndum) puede modificar el significado de la pregunta; 2)
la necesidad de introducir reglas de fair
play en la campaña para evitar que lo que se pregunta, si tiene claridad,
pueda verse modificado por una actitud contraria a lo pactado de alguna de las
partes. Porque de lo contrario, ¿qué queda de la claridad?
3.
El mayor
autogobierno como opción preferida. Lo vengo diciendo en este blog desde hace
tiempo: un federalismo ambicioso puede evitar la independencia y, al mismo
tiempo, la opción (o miedo) de la independencia puede y suele llevar al
federalismo. Lo sabíamos desde hace tiempo y ayer se ha confirmado: los escoceses
prefieren la Devo Max, pero para saberlo realmente ha habido que pasar por un
referéndum de independencia. Se abre ahora un periodo de negociación en el que
los escoceses acabarán con un mayor autogobierno y habrá que estar atento a la
evolución de dichas negociaciones. Lo que sí parece claro, es otra lección del
referéndum, es que tendríamos que empezar a tomarnos más en serio el
federalismo y a explorar las posibilidades que ofrece en nuestras sociedades
complejas, sobre todo en aquéllas que lo son desde el punto de vista del
pluralismo nacional.
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