¿Cuál es la
actitud que tienen que tener los federalistas hoy en España ante el problema
que plantea el proyecto de autodeterminación (o derecho a decidir) propuesto
por Artur Mas?
Para un
federalista se trata desde luego de un caso de conciencia, pues el federalista
lo es principalmente porque quiere reunir a quienes son diferentes, no que se
separen; pero también quiere que esa unión se haga por las buenas, de mutuo
acuerdo, como en un contrato, y no por la fuerza, contra la voluntad de algunas
de las partes, o bajo amenazas y presiones diversas. Ni lo uno, la separación,
ni lo otro, la convivencia forzada, satisfacen al buen federalista.
Dilema
corneliano, por otro lado, es decir de los buenos, en el que me encuentro hoy ante
la invitación de otros amigos federalistas a unir esfuerzos para que se oiga la
voz del federalismo en este momento grave. Y lo cierto es que yo querría decir
que sí, que apoyo sin ambages, como lo hice en su día, ese proyecto de los
FEDERALISTAS EN LA RED (http://www.espanafederal.es/), porque comparto sus ideas, y porque, además, aunque
valientes, como diría el otro, los federalistas somos demasiados pocos, y no
está la situación como para que andemos en orden disperso. Pero, por otro lado,
la duda me invade por un doble motivo. Primero, al ver cómo en los últimos días
diversos manifiestos han podido utilizar la bandera federal a la par que
atacaban con dureza la posición de quienes en Cataluña entienden que es ya
tiempo de que el pueblo catalán decida por sí mismo. Segundo, porque no es quizás
el momento de reactivar esta iniciativa, por lo menos no si no se dicen dos o
tres cosas de manera clara y tajante. Dilema corneliano, pues, porque en la invitación
de los FEDERALISTAS EN LA RED el buen federalista encuentra propuestas de
reforma constitucional que hará suyas sin dudarlo un instante, argumentos que
le son conocidos, que utiliza en sus escritos y defiende con ardor (pluralismo
cultural y nacional, el federalismo como pacto, etc.), pero hay un punto,
quizás el más importante, y por ello aquel por el que se debería empezar, sobre
el que los FEDERALISTAS EN LA RED no disipan la ambigüedad y la confusión que
han acompañado a otros proyectos, manifiestos y artículos “federalistas” estos
últimos días, y que, lógicamente, tanta decepción han podido generar en
Cataluña al adoptar una actitud hostil hacia el proyecto de Artur Mas. La cuestión
por la que creo hay que empezar es la de la actitud que, como federalistas, hay
que adoptar ante el proceso político iniciado en Cataluña. ¿Cuál es al respecto
la actitud auténticamente federalista? ¿Lo es aferrarse a la legalidad
constitucional, exigiendo lealtad al marco constitucional de convivencia y sus
procedimientos de reforma, sabiendo que los dos partidos políticos mayoritarios,
necesarios para una reforma constitucional, son abiertamente hostiles al
federalismo plurinacional? ¿Lo es meter el miedo y la duda en el cuerpo del
electorado catalán diciendo que de todos modos la consulta no tendrá valor
vinculante por ilegal, y que en definitiva los que la promueven le están
tomando el pelo a los catalanes? ¿O bien lo es decir alto y claro que el
federalismo plurinacional necesita naciones y pueblos que lo constituyan, y que,
por ello, aun estando al margen de la legalidad, el proceso catalán, arroje el
resultado que arroje, tiene que ser visto como la expresión democrática de la
nación catalana, y por ende como plenamente legítimo atendiendo tanto a los
valores de la democracia como a los principios de todo federalismo bien
entendido (como unión de pueblos)? En mi opinión, la actitud federalista es
esta última y hoy consiste en decir con la debida claridad:
1) que el
futuro de los catalanes está, tiene que estar y estará en manos de los
catalanes, pues es impensable que la decisión democrática de un pueblo
comprometido con la democracia, como es el catalán, pueda ser hoy, en el siglo
XXI, parada por la fuerza, mediante una intervención del Estado español;
2) que aun deseando el federalista, como lo desea,
que Cataluña y los catalanes sigan siendo parte de España, respetará y
aplaudirá su decisión, sea la que sea, pues antes la prefiere libre que
sometida a la voluntad de otra mayoría nacional;
3) que habiendo
en la Historia numerosos ejemplos de rupturas políticas revolucionarias, en las
que se aparta una legalidad que ya no se considera legítima democráticamente,
tienen los catalanes, como tantos otros pueblos antes que ellos, la razón, la
historia y el derecho[i] de
su parte, si lo que desean es crear un Estado catalán;
4) que los
federalistas tenderán siempre la mano a los catalanes, y se abstendrán de
intervenir en los debates, antes y después del 25-N, para alimentar miedos poco
o nada fundados (que el mundo entero condenará un proyecto secesionista
catalán, o que quedarán los catalanes al margen de la UE, o que económicamente
el proyecto es inviable, etc.), antes al contrario, los federalistas españoles
defenderán el derecho de Cataluña a expresarse, y como territorio y pueblo
europeo, a integrar automáticamente la UE en caso de prosperar su proceso de
autodeterminación, porque el lugar de Cataluña está en Europa y hay argumentos
federales que permiten defender la ampliación interna de la UE, como también
defenderán la necesidad de seguir manteniendo relaciones de todo tipo con los
otros pueblos de España, porque es beneficioso para todos, etc.;
5) (de cara a
la ciudadanía española y sus gobernantes) que éste es posiblemente el último
tren, que si se deja pasar es muy probable que Cataluña forme un Estado
separado, y que si lo que se desea, y creo es lo que desean todos los españoles
y la mayoría de los catalanes, es que Cataluña y España sigan juntas, es
necesario que España haga un gesto significativo, que acepte que Cataluña es
una nación, y una vez reconocido esto, prometa iniciar e inicie una reforma
constitucional siguiendo los consejos y propuestas de los FEDERALISTAS EN LA
RED.
6) que en el
momento actual, la única posibilidad para que pueda negociarse a corto plazo
una reforma constitucional en el sentido del federalismo plurinacional, por
paradójico que parezca, vendrá precisamente en caso de que prospere el proceso
de autodeterminación de Cataluña, momento, que si llegare, debería ser
aprovechado por el Estado español para proponer, antes de que se declare Estado
independiente Cataluña, un proyecto político de convivencia aceptable por los
catalanes y sus representantes, y que necesariamente debería abrir un nuevo
proceso constituyente en España.
Pienso que ésa
tiene que ser hoy la actitud de los federalistas, en general, y la de los FEDERALISTAS
EN LA RED, en particular, aceptar el buen derecho de la ciudadanía catalana a
decidir y el de aquéllos que quieren consultarla a hacerlo. Por ello deseo
condicionar mi decisión de seguir formando parte de los FEDERALISTAS EN LA RED a
que, de manera colectiva, se diga sin ambigüedad que sin naciones no hay
federalismo plurinacional, y que por lo tanto no es el nacionalismo catalán el
enemigo a combatir, ni aquel a quien hay que convencer de que con el
federalismo plurinacional todos salimos ganando, sino al nacionalismo español.
Quizás sea ya, de hecho, demasiado tarde –esperemos que no-, y quizás los
catalanes ya no confíen en un proyecto federalista, pero no por ello hay que
equivocarse de culpable. Como federalistas, hay que decir claramente que los
responsables de esta situación son principalmente los dos partidos
mayoritarios, el PP y el PSOE, sus diferentes gobiernos y mayorías, sus intelectuales
y medios de comunicación, es, en definitiva, el nacionalismo español. Es hora
ya de decirlo sin rodeos. No podemos los federalistas caer una y mil veces en
el error de Pi y Margall, denunciando el nacionalismo de los federales
periféricos y adoptando una actitud consciente o inconscientemente acrítica
hacia el propio nacionalismo de los federales españoles.
Jorge
Cagiao y Conde
[i] Como lo demuestran los numerosos ejemplos que encontramos en
la Historia, los momentos de ruptura o de reforma revolucionaria de un sistema
jurídico y político no son procesos al margen del derecho, sino procesos
acompañados y seguidos por el derecho, en el sentido en que es misión de éste
poner de acuerdo el hecho (revolucionario) con el derecho, crear un nuevo
ordenamiento jurídico que remplace el anterior. No tiene pues sentido, en
derecho, decir que el proceso catalán sería “ilegal” si con ello se quiere
decir que sería “nulo” o “inexistente” para el derecho. Sólo puede decirse que
sería “ilegal”, siendo con todo necesario, si no se quiere decir falsedad, que
sería “ilegal” aunque “válido”.
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